La transformación es un proceso constante de retroceso hacía tiempos que fueron peores. Nos ha dejado claro el Presidente que quien no conserva, destruye. Sin duda él no es conservador, ya depredó las arcas nacionales, dilapidando ahorros formados durante décadas, pero, aun así, piensa que, histriónicamente, recuperará los niveles de aprobación con los que arrancó el sexenio. Ha estado tan ocupado en pelear con el espectro del neoliberalismo, que no cayó en cuenta que desde su entorno familiar se venía desfondando la falaz narrativa que confeccionó a lo largo de los años.
Los que han vivido toda una vida a su lado saben que todo es pose, y que sólo finge, por lo que ni remotamente se comportan de manera austera, ni mucho menos recatada, para qué, el dinero brota y llega de inciertas fuentes, sufragando toda necesidad y capricho de los integrantes de la familia. Eso de trabajar es para los atarantados que se tragan el discurso morenista, ese, que nada regenera y todo lo avasalla.
Frivolidad es el sello de la casa. El reportaje que le afrenta desató el ingenio del mexicano, quien se volcó en memes; sin embargo, es preciso que invite a la reflexión y a la suspicacia. De qué han vivido tantos años y por qué el irrefrenable exceso que les caracteriza. Cómo fondear una costosa expedición electorera sin una fuente clara de ingreso. Es imposible no relacionar el comportamiento familiar con la opaca y oscura relación que ha mantenido con distintos empresarios que, supuestamente, de la nada, se volvieron paladines de la 4T.
Hasta ahí, era uno más de los políticos arrogantes que nos ha impuesto la infausta clase política nacional, que suele alimentar sus huestes con ambiciosos sujetos que son capaces de decir lo que sea para seguir haciendo realidad el desiderátum revolucionario, quítate tú, para ponerme yo.
En la primera mitad del sexenio no faltó quién excusara la conformación de un gabinete que no pasa la prueba de la risa. Se miró hacia otro lado cuando empezó a hacer de la mentira la columna vertebral del mensaje presidencial. Se apologizó, hasta el cansancio, el abuso de próceres que figuran en la crónica nacional que nada tienen que ver con él ni con su movimiento; hasta se quiso defender su muy primario conocimiento de nuestra historia.
Pero ahora, ya no sólo se trata de someter a los otros dos Poderes soberanos ni de desaparecer la estructura de pesos y contrapesos del poder oficial. No, ahora ha incursionado en los peligrosos terrenos de estar por encima de la Constitución. Empezó haciendo a un lado el texto, para amañar un proceso de aclamación de mandato, después, sin recato alguno, golpeó la esencia de la carta fundamental, ha pisoteado el pacto básico. Sí, ya se asume con capacidad de emplear el poder del Estado para anular a todo aquel que le incomoda.
La investidura se cambió por embestidura. Si no sabe que el proceso electoral de 1910 lo hizo posible Porfirio Díaz, y no Madero, como absurdamente afirma, cómo va a saber que el Estado moderno surge en 1215 con un acuerdo fundacional, con el que el soberano se comprometió a respetar una esfera tutelar de derechos fundamentales, que no debe reventarse con el garrote de las potestades oficiales.
No se trata sólo de aquel al que atropelló, sino que, al hacerlo, desencadenó a la bestia que los mexicanos pensaban había sido desterrada al concluir la revolución. Las raterías de los tecnócratas palidecen al lado de su ominoso comportamiento, el cual ha rebasado nuestras fronteras, presentándonos como un gorilato tropical.
