El que a pacto mata…
Zedillo no fue, no es ni será querido en las filas del PRI. Hizo imposible que mantuvieran la mayoría por la desastrosa y abusiva manera en que incrementó el IVA.
Tras la emisión de órdenes de aprehensión en contra de C.C.P. y su rápida salida del país, ocurrida meses antes de la elección en Tabasco, López Obrador se quedó con 200 pesos en la cartera. A pesar de haber sido un comprometido directivo del PRI en aquella entidad, no consiguió la candidatura de unidad para hacerse de la gubernatura de ese estado, a pesar de que Zedillo lo apoyaba decididamente para llegar al puesto. Salinas escuchó a Madrazo, le puso un ídem en donde le dolía, en el bolsillo. Esa gubernatura fue motivo de disputa entre el saliente y el entrante.
Todo el mundo sabe que, tras criticar a Peña, Calderón y Fox, López se salta a Zedillo, para llegar a Salinas, sin tocar, claro, a De la Madrid, a quien apoyó desde la dirigencia estatal del PRI. A quienes se dedican a la política no sorprende el que la 4T este inundada de operadores zedillistas, a los cuales el residente de Palacio profesa no sólo cariño, sino también gratitud. Han sido purificados desempeñando cargos en el gobierno.
Más de uno sí se sorprendió cuando, en 1998, Ebrard, airadamente, expuso documentos que acreditaban apoyos dinerarios al PRI, salidos de los bancos Unión y Cremi. Las copias de esos cheques no estaban al alcance de cualquier empleado, así es que tuvieron que venir de alguien con peso en la institución.
En ese tiempo nadie preguntó al excanciller: ¿quién te las dio? Lo claro, desde hace mucho, es que Marcelo Ebrard ha sido el discreto enlace con empresarios e ignotas, pero potentes fuentes de financiamiento.
Zedillo no fue, no es ni será querido en las filas del PRI. Hizo imposible que mantuvieran la mayoría en la Cámara de Diputados por la desastrosa y abusiva manera en que incrementó el IVA; jamás fue perdonado. Las torpes decisiones implementadas, en la primera mitad de su sexenio, a modo de salvar el pellejo presidencial, marcaron el inicio de la derrota del tricolor en el año 2000.
Zedillo y López no mantuvieron posiciones encontradas. Por el contrario, en el momento clave, los unió Gurría, eficaz enlace que, a la sana distancia, supo amarrar acuerdos con los que el doctor Ficorca salvó cara, negoció su callada salida, de noche y por la puerta de atrás.
Ese pacto, como todo asunto vergonzoso, no fue materia de boletín presidencial. La conocida como “cofradía del acuerdo bancario empresarial” alcanzó un acuerdo con el trágico suplente de Luis Donaldo. Éste, democráticamente, vería que la poderosa maquinaria tricolor se desbielara, así como que Santiago Levy dejara evidente huella de apoyos que se canalizarían al partido oficial, por conducto del sindicato de Petróleos Mexicanos. Esto, por si algún milagro, de ésos que le salían bien al PRI, terminaba con un resultado electoral favorable a éste.
Zedillo hizo lo propio en el proceso comicial del gobierno local, dejó a Silva Herzog, padre del neoliberalismo, indefenso ante el poderoso embate del aparato magisterial de la Ciudad de México, consolidando lo que más tarde sería la red territorial operada por Bejarano. Hay que recordar que Ebrard, y su mentor Camacho, con esa red, operaron el último carro completo en el DF, así como que ansiaban cobrárselas al Revolucionario.
López cumplió, jamás atacó al IPAB, silenciosamente dejó que se aprobara la ley que lo creaba. Sabía, y sabe, que nunca se pagarían los pagarés del Fobaproa y que, por mandato de ley, todas sus operaciones fueron canceladas y dejadas sin efecto en 1998. Sí, se le pidió voltear a otro lado mientras el IPAB consolidaba el costo del rescate bancario con la deuda pública, claro, después de la elección en la que sería investido como jefe de Gobierno. Calló como momia.
Años después, otro presidente tricolor temió ser procesado y prefirió pactar. Como en el Estado de México, se encubrió, con discurso democrático, un claro acuerdo de entrega del poder. Hoy, su problema es que no es el único que sabe hacer pactos.
