El precandidato

En el montaje armado por el partido oficial sucede algo parecido, más allá de dos aspirantes que realmente están en el tablero de juego.

Una clara muestra de que la legislación electoral es tan sólo un castillo de naipes es el hecho de que, tanto los del bloque conservador, como los del bloque destructor, hacen lo que quieren sin importar lo que digan los ordenamientos aplicables, vigentes éstos, sólo de forma, ya que se obedecen, pero no se cumplen.

Ante la inacción del órgano electoral, los partidos han establecido un valor entendido, rezando éste, lo que hace la mano, hace la tras, pervirtiendo aún más el estado de desorden generalizado que prevalece en el ámbito político. De forma que los plazos, formas y demás reglas que deben de respetarse para preservar un entorno de equidad, simple y sencillamente han sido puestas en suspensión.

Nada bueno puede resultar de lo que ocurre, pero como siempre, a río revuelto, ganancia de pescadores. Y ésos precisamente son los que se han anunciado como interesados en ser candidatos a la Presidencia, ya que andan a la pesca de garantizar su presencia en el pancracio burocrático el siguiente sexenio, claro, gozando de las prebendas, privilegios y demás beneficios que les ha dado esa baja pasión conocida como política.

Las trayectorias, logros y capacidades administrativas de los postulantes, en la gran mayoría de los casos, apuradamente dan para ocupar un cargo gerencial o uno de medio pelo en la administración pública, siendo sólo relevante el grado de cinismo que muestran al auto destaparse como legítimos contendientes por la máxima magistratura nacional, bueno, después de Fox, Calderón, Peña y López, es difícil negarle a quien sea, o a lo que sea, asumirse gratuitamente merecedor de ser coronado como rey por seis años.

La verdad es que todos ellos saben que no pueden aspirar más que al segundo lugar, ya que lejos de ser conocidos por un sector amplio de la población, el porcentaje de quienes les prodigan confianza como gestores públicos de alto nivel, es prácticamente inexistente, esto es así, dado que los suspirantes que han tenido cargos públicos se han servido de ellos, dejando mal sabor de boca a los electores. Los otros, apenas, son hoja en blanco.

Dan pena ajena quienes sostienen que, de las filas del PRI, del PAN o del PRD, puede surgir una figura que aliente a las masas a salir de sus casas a votar, o estimar que el de ahí salido pudiera dar pelea, fincando una contienda real y efectiva. La verdad es que se trata de cartuchos quemados, cebados o sin mecha. No nos confundamos, se trata de personas amables, afables y, hasta en muchos casos, respetables, pero como candidatos no pasan de ser broma pesada.

Ellos lo saben, pero es claro que para traficar una posición primero hay que tenerla, de forma que para esas personas que fuera de la burocracia administrativa o parlamentaria no serían capaces de mantener un trabajo por más de dos quincenas, la opción es clara y obligada, tienen que presentarse al tinglado para ver a cambio de qué promesa de cargo o responsabilidad le levantan la mano a quien resulte candidato.

En el montaje armado por el partido oficial sucede algo parecido, más allá de dos aspirantes que realmente están en el tablero de juego, los otros aparecieron para mercar el porcentaje del partido que los abandera, sí, tanto el PT, el verde y la movida ciudadana buscan sólo amarrar un porcentaje en las cámaras que les permita mantener sin trabajar a toda la estructura que han formado para vivir del presupuesto.

La chamba de precandidato no cuesta, ni tiene más requisito que perder la pena a pedir trabajos para los que no se está preparado.

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