Economía milagro

El vital flujo ahora son las remesas, las cuales, no brotan del subsuelo, ni tampoco se reputan constitucionalmente como dominio de la nación.

Al encender el televisor en la mañana, uno podría pensar que el Ojitos Meza ha encanecido, pero no, se trata de López Obrador que cada día se parece más a él. Contribuye a la confusión el hecho de que ambos personajes parecen saber más o menos lo mismo de economía. Con marcadas pausas, busca aprobación o causar risas entre los expertos aplaudidores que les han juntado, los cuales, no saben si están haciendo pequeñas conferencias o preguntas; da lo mismo, ellos leen lo que les dicen o pagan por “preguntar". No, por supuesto que no dan recibo, ni facturan, para eso están los sobres.

Tras más de cuatro años, en los que nadie en la audiencia ha mostrado tener la más remota experiencia en los mercados financieros nacionales o internacionales, el cacique ha llegado a creer que lo que dice resulta a tal grado claro y verdadero, que nadie chista u objeta lo que dice, ya que nadie se ríe, ni mucho menos hace gestos al escuchar las impresionantes vaciladas que ha vuelto gráfica.

Recuerda al otro López, sí, Portillo, quien llegó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público sin ninguna experiencia en el ramo. Como por arte de magia, el litigante se volvió manantial de sabiduría en temas financieros, llegando, más tarde, a tomar las más relevantes decisiones nacionales. Al quinto año llegó con gran popularidad, era casi Quetzalcóatl, y, por si fuera poco, también tenía su José Ramón, quien era el orgullo de su nepotismo.

Su dilema, durante algún tiempo, fue como administrar la abundancia, ya que el petróleo distinguía a las naciones, y, como él decía, lo tenemos, con el oro negro transformaremos al país, agregaba. Ahora, el hidrocarburo pasó de moda y, aunque tomará algunos años, menos de una década, éste perderá relevancia, no sólo como energético esencial, sino también como sustancial aportante a las finanzas públicas.

El vital flujo ahora son las remesas, las cuales, no brotan del subsuelo, ni tampoco se reputan constitucionalmente como dominio de la nación. Crecen y crecen, sin que nadie pueda explicar por qué la recesión, la pandemia o cualquier otro percance financiero no provoca su disminución, teniendo sólo una tendencia, arriba y adelante.

La forma en que el Banco de México está esterilizando su ingreso, y el de las transacciones denominadas en criptomonedas es un absoluto misterio.

En 1980, bastó una decisión geopolítica, tomada nadie sabe dónde, para que el precio del petróleo comenzara a caer y el peso de la deuda nacional a subir. Esperemos que en el exterior no se alineen incentivos para aminorar la llegada del nuevo vital recurso, y que, quien aquí lo recibe, no tenga la capacidad de cambiar de preferencia de destino.

Por lo pronto, para disminuir artificialmente la inflación, ya deformó la oferta de productos básicos, haciendo dumping inverso, esto es, tomando decisiones económicas en contra de los productores nacionales, colmando nuestro mercado con productos del exterior. El efecto ya se siente en el campo mexicano, pero se ha cooptado a los inconformes con algunos subsidios en forma de precio de garantía.

Ni aun con su setentero antecesor teníamos puesto el futuro del país sobre una fuente tan incierta y volátil, pero, sobre todo, ajena al control gubernamental. Tiempos son regocijo y de ganar elecciones, pero la inflación sólo podrá contenerse durante breves periodos con medidas como las que se han implementado, y los subsidios a los energéticos no son, ni pueden ser eternos, la solidez del discurso no pasa la prueba de la risa.

Serán el rebote, la escasez y el estancamiento económico los mejores maestros de macroeconomía. En tiempos gubernamentales, cinco años apenas es un suspiro. Será más que interesante, en pocos años, ver cómo los otros datos llenan la alacena de los incondicionales.

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