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Las formas se hicieron añicos y no sólo no existe una efectiva división de Poderes, sino también la más degradante sumisión de uno de ellos.

Desaparición Forzada Institucional, es la figura con la que la 4T pone su marca en el terreno legislativo, punto de quiebre en la historia parlamentaria. Dice el senador Armenta que no pueden permitir que los que saquearon al país tengan la oportunidad de ejercer sus cargos. Entonces, habría que recordar que cuando los tricolores hicieron de las suyas, ellos contaban en sus filas con un incondicional operador de Mario Marín, quien, con tantita memoria, hoy sería impresentable. No sólo se ha inventado una trayectoria, sino que ahora, con la complicidad de Delgado, ha decidido hacerse de una gubernatura a cualquier costo.

Monreal sirvió de tapadera al negro y oscuro pasado del personaje, pero jamás pensó que fuera quien pondría el clavo que cerraría el féretro de su acomodaticia carrera política. Hoy ha caído en un completo desprestigio, y no cuenta con capital alguno en el banco de la credibilidad, ya que sus arreglos en lo oscurito no abonaron para crear el perfil de ser gente seria, por lo que será difícil que se mantenga en el escenario como figura principal. Tendrá que dar pasos hacia atrás, para ocupar un sitio entre los tiples y comparsas de la comedia de las cámaras.

El primitivo nivel al que ha llegado en nuestro país esa baja pasión que llaman política nos hunde, no en el tercermundismo, sino en un cuartomundismo. El autócrata ha perdido todo recato y no le importa avasallar, atropellar y hacer de la Carta Fundamental papel higiénico.

En los últimos 100 años es difícil encontrar un episodio en el que se haya comprometido más la democracia mexicana. Todo comenzó por no advertir que el narcofraude del 18 no podría tener un buen desenlace. Quisimos quedarnos con la idea de que nuestro sistema político era tan moderno, que hasta el lumpen político podía hacerse de la silla, alegando que ello era prueba de que habíamos construido un entorno democrático, sin embargo, nuestro fatuo orgullo fue la rendija por la que el crimen organizado penetró el sistema y consolidó su presencia territorial, haciéndose de puestos de elección popular.

Perversa y fatídica combinación, un sistema de partidos en el que las tres principales fuerzas se coludieron saqueando al país, abusando del construido monopolio para repartirse puestos, prebendas y privilegios, en tanto que un derrotado, relegado y bien dolido excandidato encontró patrocinadores que le financiaron dos sexenios de recorrido nacional, en los que construyó alianzas con caciques, capos y operadores del bajo mundo. Todos habían sido marginados y esquilmados por esas notorias y grandes figuras que mangoneaban los partidos de mayor peso en el congreso, quienes lo mismo extorsionaban a empresarios que a otros políticos de más bajo rango.

Los cárteles pronto concluyeron que esos magnates de la verborrea no eran blancos fáciles de cooptar, así como que sería muy caro y lento que se prestaran para construirles un país a su gusto, así que, con paciencia, malicia y eficacia, armaron, en tan sólo una década, una estructura que sindicó al crimen organizado, en la que insertaron un partido político.

Las formas se hicieron añicos y no sólo no existe una efectiva división de Poderes, sino también la más degradante sumisión de uno de ellos, y la abierta y ríspida confrontación con el otro. El orden constitucional está en suspenso.

El cacique no tiene preferencia, no es leal a ninguno de sus vasallos, pondrá al que le permita simular una elección democrática que le acomode. La pregunta es si al sanedrín del narco esa opción le convence, y si otra vez regenteará, a plata y plomo, la elección presidencial.

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