Desestabilizador
Hoy, los políticos se preocupan por saber la identidad de quien será candidato presidencial, cuando hay que poner la mira unos días después de la elección.
Cuando López trata de hacer un recuento de lo ocurrido en el siglo XX, usualmente precisa de ayuda para recordar nombres y etapas. Eso le pasa recurrentemente cuando, con dificultad, trata de describir lo que fuera el desarrollo estabilizador. Tras hacer alocución a esa etapa de crecimiento, rápidamente llega a lo que él ha denominado como periodo neoliberal. Hecha una rústica descripción, insiste en hablar de una transformación, sin que jamás haya precisado a qué se refiere con tal término.
Como ciudadanos, vemos preocupados el colapso institucional; el atraco a las arcas públicas, y la improvisación rampante con la que se atienden los problemas nacionales. Lejos de cambiar algo, es claro que sólo se ha deteriorado lo que ya existía. Esto es, el típico movimiento pendular que el país ha venido sufriendo desde el siglo XIX nos ha llevado al extremo opuesto, sí, al subdesarrollo desestabilizador.
Hoy, los políticos de todos los signos se preocupan por saber la identidad del que será ungido para ocupar la posición de candidato presidencial, cuando lo importante es poner la mira unos días después de la elección presidencial, así es, saber qué tan grave será el grado de descomposición al que llegarán las variables macroeconómicas y microeconómicas.
La polarización se radicalizará, y, en el mar revuelto, el crimen organizado ya habrá capturado la otra mitad del territorio nacional, ésa que hoy no controla. También es claro que el ingreso principal del país seguirá siendo uno que nada tiene que ver con la gestión gubernamental.
Los niveles de seguridad, educación, salud, equidad financiera, y confianza en el Estado de derecho ya estarán en franca caída libre, y la inflación, como la desigualdad y la pobreza, irán en franco ascenso. Se aferrará el cacique al tipo de cambio, el cual está asido a la inexplicable y creciente entrada de dólares, fortalecida por el disimulo del vecino del norte, que prefiere no saber el origen de lo que se nos manda disfrazado de remesa.
Los barriles sin fondo que ha promocionado la Cuarta Transformación seguirán desapareciendo grandes caudales. No sólo lo que llaman programas sociales, vulgares esquemas permanentes de compra de lealtades electorales, sino que, también, el aeropuerto que no es internacional, la refinería que no refina, y un lustroso tren varado, se sumarán a los conceptos que absorben cuantiosos recursos presupuestarios.
No pudieron tapar lo de Segalmex, aunque les tomó años detener el grotesco atraco, mismo que se reproduce en otras áreas del gobierno, pero que, dado el inconstitucional abandono de la licitación pública, tardará más en ser detectado. López apuesta a que el latrocinio, agazapado en la compra directa y no revelada en Compranet, le permita financiar un poco más de apoyo popular, así como llenarle los bolsillos a quienes lo ayudaron a llegar. Es para él aceptable, siempre y cuando la cloaca se destape después de 2024.
Quienes piensen que hay exageración en lo aquí escrito, en un par de años verán que no fue así.
Entonces, ¿que nos espera? Pues la necesidad de retomar el camino, lo que demandará financiar obras y servicios públicos que ya no serán cubiertos por ingresos provenientes de la petrolera chatarra, ni del funesto monopolio eléctrico. Esas dos quimeras apenas salen al día con lo que ingresan, devorando vorazmente subsidios encubiertos y abusando continuamente del crédito estatal, ello, mediante emisiones que, legalmente, no debieran estar respaldadas por el águila.
El hueco que todos los días cava el Presidente sólo será llenado por un enorme endeudamiento público.
