Haya ocurrido de una forma o de otra, la credibilidad del canciller ha sido puesta en duda, y su reacción, lejos de disipar dudas al respecto, las ha profundizado. Son un expresidente, un funcionario de alto nivel del gobierno del vecino país y la exembajadora del nuestro, quienes coinciden, pero, sobre todo, es la realidad la que hace inverosímil la versión del titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
La posición de Ebrard en los Estados Unidos ha sido siempre incómoda, ya que se trata de un personaje que cuestionó públicamente a un candidato que finalmente ganó la contienda electoral. Sus opiniones como extranjero pudieron pasar de largo, pero como búmeran se le estrellaron en el rostro cuando aceptó hacerse cargo de las relaciones de la diplomacia nacional.
Su nombre, que lo ancla más al desarrollo de tiendas departamentales en nuestro país que al servicio exterior, de nada ha servido. Su experiencia en el ramo alcanza sólo el tiempo que ha ocupado el cargo. Antes fue un policía con pobres resultados, teniendo en su haber asuntos que lo expulsaron del cargo. Ciertamente es popular, y mucha gente recuerda la generosidad con la que hace llegar apoyos electoreros. Echó raíces en la capital del país de la mano de su tricolor jefe, con el que armó el último carro completo del otrora Distrito Federal.
Lo mismo hace equipo con la profesora Gordillo que con el tabasqueño. Siendo un buen enlace con potentes fuentes de financiamiento, pronto se convirtió en carnal de este último, aunque es imposible hacerle un pasado vinculado a la izquierda mexicana.
Decía antes que el creció comiendo manjares cocinados en ollas francesas, mientras se pensaba que la familia podía ser exitosa vendiendo ropa en la tienda que su pariente acreditó en México. Uno de sus hermanos pronto encontró sinergia con la empresa que opera aquí el más grande almacén de mercaderías, tienda que tiene el mayor número de empleados y por el que corre un poco conocido, pero muy poderoso, caudal de efectivo. Hasta se encontró una esposa con nombre galo, cuyo recuerdo no le es muy grato.
A su paso por el gobierno capitalino supo encontrar acomodo entre el poderoso empresariado azteca, el cual no lo olvidó, mientras se fue a vivir más que acomodadamente a Francia, disfrutando, claro, sus inagotables ahorros. A su regreso fue visto como el más encumbrado político del pasado, quien debajo de una muy ligera mano de pintura guinda sigue siendo aquel priista que aleccionó Camacho en tiempos de Salinas. Por ser el gallo que más rápido acabaría con la pseudo transformación, López no dejaría que gane la consulta, aunque la vuelva a ganar. Como dicen los de las peseras, ya se la sabe.
Los jóvenes afines a ideas de izquierda no entienden como un egresado de la más tecnocrática y neoliberal institución de educación superior es quien lidera el partido que no comulga con las ideas que ahí se enseñan. Ebrard lo formó, y junto con él, manejó las finanzas de modo tal, que acumularon un gran capital, no se sabe si más político que dinerario, pero el caso es que hicieron a un lado a todos los dirigentes históricos de los movimientos que llevaron al de Macuspana a la silla.
Como corcholata, sabe que esa designación alude a una función esencial, la de ser tapadera. Sin embargo, lo que dice en privado se ha comenzado a filtrar entre las huestes de Morena, formándose un segmento que lo ubica en la oposición.
Lo real es que la reacción que tuvo en contra de Bárcena deja claro que lo diplomático no se le da, y menos, la mano izquierda. Todo se sabe tarde o temprano.
