Con T, de traición
El gran problema del caudillaje es que, quien lo motiva, termina siendo la causa de su terminación. Al estar basado en la soberbia, con el tiempo se asume que nadie es tan bueno como el que lidera al movimiento, y quienes pretenden sustituirlo suelen ser meros apéndices ...
El gran problema del caudillaje es que, quien lo motiva, termina siendo la causa de su terminación. Al estar basado en la soberbia, con el tiempo se asume que nadie es tan bueno como el que lidera al movimiento, y quienes pretenden sustituirlo suelen ser meros apéndices que no dan el ancho. De tener una potente personalidad, no serían útiles instrumentos para el caudillo, él siempre se sentirá más a gusto con quien viva mirando hacia abajo.
En la historia es posible identificar siempre a un Bruto, que se hace pasar por fiel seguidor, pero que está presto a ser el primero en asestar la puñalada. Mientras no está a la vista el ocaso del caudillo, todo es adulación y servilismo, sin embargo, las intrigas palaciegas, los interesados bolsillos y la necesidad de dar respuestas a quienes han esperado el relevo terminan por generar tensiones.
Eso de llamar movimiento a una federación de hordas no es sólo un pretencioso exceso, sino que también muestra que la arrogancia ha cegado a quienes supuestamente lo dirigen. Para todos es claro que Delgado fungió como relevante financiador del aparato electoral del tabasqueño, claro, con dinero que provenía de las arcas públicas, pero también, todo mundo sabe que su llegada al Senado fue producto de jaloneos, pues había mucho que objetar y poca trayectoria que ostentar. Finalmente, las compradas gratitudes dieron fruto.
Es claro que no se trata de un reconocido dirigente de izquierda, sino de un compañero de banca de los más criticados neoliberales, a los que admiró y siguió, en tanto que el PRD lo consideró útil enlace con la administración hacendaria federal. Ha sido tan distante de las causas sociales que hasta en CU lo ven con recelo. Sus raíces no llegan a célebres protestas callejeras, como tampoco puede decirse que haya sido parte del equipo de próceres opositores. Sus huecas arengas están lejos de aquello que respeta y admira el caudillo.
Entonces, preguntará más de uno, ¿qué hace ahí?, la respuesta es sencilla, bloquear la posición para cualquiera que pudiera crecer y disputar al caudillo el control del partido, es por eso que éste se opuso terminantemente a que llegara Muñoz Ledo o cualquier líder efectivo.
Buscó a alguien completamente anodino, incapaz de tener huestes propias y de contar con el peso suficiente como para impulsar candidatos a diputado, senador o gobernador. Sí, alguien que sólo pareciera dirigente, pero que no dirija más allá de su oficina.
En breve, quien gane la posición comprometiéndose a tapar todas las trapacerías, ineptitudes y quebrantos del agonizante sexenio, decidirá si conserva la dirigencia que no dirige, o si va a precisar a quien le lleve la agenda en campaña, y así, terminará una trayectoria que nunca empezó.
En las próximas dos semanas veremos que no existe tal movimiento, y que nada los une más allá de la ambición por el poder; las listas para ser legislador, y los cargos que permiten repartir puestos. Veremos cómo son capaces de la misma ruindad y miserabilidad que acabó con los partidos de antes.
Ni camaradas, ni compañeros, mucho menos hermanos de movimiento, veremos una secuencia de puñaladas traperas; expedientes que se filtran; silencios que no defienden y ausencias que no apoyan.
Será entonces cuando el caudillo verá que el legado había que construirlo, y no sólo imaginarlo, para cuando vea su proyecto gangrenar, será demasiado tarde. No habló nunca de sucesores, sino que del forro le salió un concepto que pinta de cuerpo entero a quienes contienden por la candidatura, son sujetos de los que no se espera nada más allá que el servir de desechable tapadera.
