¿Cómo fue?

No es canción, sino la triste realidad. Parecería inusitada y sorprendente la racha electoral de Morena, así como el avance demoledor de su fracción parlamentaria. Sin embargo, quienes tengan al menos 40 años, saben que así son las cosas en México. Nuestro país ha ...

No es canción, sino la triste realidad. Parecería inusitada y sorprendente la racha electoral de Morena, así como el avance demoledor de su fracción parlamentaria. Sin embargo, quienes tengan al menos 40 años, saben que así son las cosas en México. Nuestro país ha sido reconocido, desde hace más de 150 años, por la forma abusiva y arbitraria con la que, quienes llegan al poder, se aferran a él.

No debería llamar la atención que, en un país en el que López de Santa Anna alcanzó la Presidencia en más de diez ocasiones, aunque la narrativa oficial sólo le reconozca seis, ocurra lo que pasó en el Estado de México y en el corredor del Pacífico. Tampoco que en la “República” en la que Porfirio Díaz llegó al poder denunciando el fraude electoral de 1871 y la reelección, se quedará únicamente 30 años.

Estamos hablando del país en el que se asesinó arteramente a Venustiano Carranza, quien impulsara la Constitución que nos rige, sí, ése en el que dos sonorenses habrían alcanzado un pacto para alternarse la silla, hasta que uno de ellos fue ultimado por un asesino solitario, al igual que otro sonorense, 65 años después.

Sin embargo, no hay nada que nos haga entender más al partido oficial que el PRI. Lo que hace Morena y el titular del Ejecutivo es una ramplona imitación de ese instituto político, el cual, no es más que la más fiel copia del tricolor. El modelo no estaba patentado, por lo que los priistas se vistieron de otro color, organizaron a los revoltosos callejeros y relanzaron la exitosa plataforma que fue puesta en pausa a fines del siglo pasado. Poco a poco se van incorporando, hoy toca el turno a los exgobernadores.

En 2000, desde la residencia oficial, se implementó una estrategia para que el poderoso partido fuera derrotado. El doctor Zedillo tuvo graves enfrentamientos con esa divisa y sabía que su futuro era oscuro si ésta se alzaba con el triunfo, por ello, alcanzó acuerdos que hicieron un infierno la campaña de Labastida, hasta se armó un plan B, para el caso de que se le saliera de control la estratagema.

Sí, se amañó una entrega de dinero al sindicato petrolero, dejando huella de todo ello, de forma que, si como sucediera tantas veces, el resultado fuera impuesto por la enorme maquinaria partidaria, podrían anularse las elecciones. Fueron 70 años de carros completos, en medio de acusaciones de corrupción e ineptitud.

Devaluaciones, crisis financieras, groseros desvíos, y hasta escándalos de alcoba fueron irrelevantes, la mayoría de los mexicanos le daba el triunfo al partido de los acarreos, de las despensas y de la burda repartición de dinero, disfrazada de programa social.

El cinismo de los políticos mexicanos llegó a inspirar películas, moneros y hasta dramones, que son más telenovelas que documentales. Elección tras elección no había quien sacará a la bestia imbatible de los Pinos.

La Casa Blanca no llevó a Peña a rendir cuenta de sus abusos, pero éste sí se despachó al partido que nunca le respetó, ni mucho lo apoyó. Al igual que Zedillo, se sintió más protegido con la alternancia que con las intrigas y bajas tácticas de la élite priista, quizá tenían razón. Es bien sabido en política que, quien no haya sido traicionado, es porque quizá no ha encontrado al tricolor indicado. Los tan denostados neoliberales, en realidad, jamás se entendieron con los hijos de la revolución institucional, y siempre fueron cuestionados, ya que éstos sólo aceptan y reconocen a los que crecieron en sus filas.

En el fondo, López no ha recibido sino atenciones, apoyo y respaldo de los neoliberales, a quienes bate de saliva, pero no toca ni con el folio de una investigación, se parece tanto al PRI, que no puede engañarnos, hay Morena para 70 años.

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