¿Cofece vs. CFE?

La arrogancia es la pócima con la que se somete a los dinosaurios, cualquiera que sea el color de su divisa.

En efecto, se trata de un asunto de competencia, y en parte de competitividad. La Constitución les distingue, pero, en el mercado eléctrico nacional, debemos separar lo que opinan los institutos que, bajo sus propias reglas e intereses, opinan sobre la competitividad, respecto de lo que los organismos de autoridad deben hacer para proteger la libre concurrencia y la legal competencia.

Recientemente, alguno de estos institutos, a pregunta de nadie, llegó a la conclusión de que los instrumentos de corto plazo de la CFE tendrían un promisorio porvenir, saliéndose de su confortable área de la competitividad, empleando el concepto “al alza”, cuando, seguramente, quiso referirse a un pernicioso incremento.

Es claro que, como dice el cacique, existe una campaña, una que trata de presentar a los mexicanos una empresa exitosa. Se han invertido neciamente en la CFE, recursos que deberían estar destinados a la satisfacción de los intereses nacionales, y no a los caprichos y berrinches de políticos malogrados que no pudieron alcanzar la primera magistratura, y que, ahora, se conforman con crear un emporio empresarial a partir de bajas prácticas en el sector eléctrico mexicano.

Los abusos comenzaron por criticar contratos, sí, a la vieja usanza del tricolor, marcando territorio, aunque en el fondo nada hubiera que objetar o criticar en los convenios, sin embargo, ese proceder se usó para destacar que se cuenta con el apoyo presidencial, y que más vale llevar la fiesta en paz, so pena de ser sometido por el peso del Estado.

En términos financieros, esa negociación fue un rotundo fracaso, modificándose aspectos que hicieron más gravosos los acuerdos. Costoso lance que sólo tuvo como objetivo hacer notar que, en México, los antiguos capos ahora se visten de guinda.

La normativa administrativa en la industria eléctrica ha sido torcida, a tal grado de discrecionalidad, que se ha impuesto, en una actividad que la ley de la materia califica como comercial, un entorno arbitrario y autoritario, en el que los abusos son tan cotidianos, como las mal llamadas y chavistas conferencias de prensa matutinas.

El organismo garante de la competencia ha sido particularmente silente, y se encuentra tan pasmado como el organismo electoral, permitiendo que, por la vía de decretazos, se rescate un monopolio en el sector energía, que la Carta Fundamental ya no permite.

Las crípticas fórmulas contenidas en bases y manuales regulatorios han sido manipuladas para obligar a los agentes del mercado a vender energía a costo y, en algunos casos, por debajo de ellos. Iberdrola, tras modificarse los términos de referencia en el mercado para el balance de potencia, optó por salirse del mercado en el que se desenvuelve la CFE, pero asestó al Estado mexicano un quirúrgico golpe, rescatando algo de lo que, por la vía de los precios máximos, le habían robado. Supo leer que la arrogancia es la pócima con la que se somete a los dinosaurios, cualquiera que sea el color de su divisa.

En efecto, mediante una distorsión en la aplicación de la normativa administrativa se ha conseguido lo que no fue posible por la vía de las reformas constitucionales y legales. Se lograron establecer bases anticompetitivas y destructoras de la competencia económica, generando imaginarios referentes, mismos que determinan que el sector privado no sólo mantenga la ineficiencia de la CFE, sino que ahora también le tenga que pagar por la potencia que, regulatoriamente, se impide aportar a los particulares.

Es así que, las emisiones de deuda, basadas en proyecciones sustentadas en atracos normativos, pueden, en el corto plazo, resultar atractivas, y así seguirán, en tanto el Estado de derecho esté secuestrado, pero tales expectativas son un volado.

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