Aferrarse a lo que ya no existe

Tras el penoso episodio de renuncias que vino sufriendo el tricolor durante los últimos tres años, ahora vemos uno igualmente lastimoso, protagonizado por aquellos que no han caído en cuenta de que ya no existe. Se pelean por un membrete que a nadie dará oportunidad de ...

Tras el penoso episodio de renuncias que vino sufriendo el tricolor durante los últimos tres años, ahora vemos uno igualmente lastimoso, protagonizado por aquellos que no han caído en cuenta de que ya no existe. Se pelean por un membrete que a nadie dará oportunidad de mantenerse vigente en la política nacional. Se trata de algo putrefacto, maloliente e irrecuperable. Han perdido más de seis años aferrándose a lo que debieron transformar hace más de una década, hoy, es demasiado tarde, es hora de retirarse o adherirse a las nuevas opciones que están en vías de construcción.

Es claro que quienes han tenido algún papel relevante en él se resisten, pero todo es inútil, tendrán que empezar nuevamente a ras de tierra. Lo mismo con otros exmilitantes, que con los nuevos integrantes de los nacientes vehículos. Lo que no se cuida tiene el riesgo de desaparecer, y si algo hicieron los priistas es abusar hasta el cansancio de la divisa, permitiendo que un sujeto anodino como Peña Nieto pusiera las condiciones necesarias para entregar el país a las hordas del mal.

Debieron entender en el 2021 que el ejercicio porvenir marcaría su desaparición, debieron reorganizarse, pero la arrogancia les ganó, insisten en pelear el vacío cascaron. No se dan cuenta de que ya ni la refundación les permitirá transitar con las mismas siglas y colores. Sus estatutos son tan obsoletos y vetustos, como su viejo y sobado discurso. Los nombres de sus personalidades ya no convocan a quienes les dieran apoyo en las urnas.

La tienen difícil, el principal apoyo de Alejandro Moreno es, y seguirá siendo, López Obrador, quien, con ese pernicioso liderazgo anuló a la otrora fuerza política contagiando al PAN, el cual, no canta mal las rancheras. Éste se hundió en candidaturas de los de siempre, sin advertir que sus supuestos liderazgos no han alcanzado jamás prestigio en ramo alguno de la administración pública, siendo, en realidad, meros y vulgares altavoces que denuestan todo lo que no les es propio, pero sin tener en el haber logros que les hagan efectiva opción de gobierno. Pura saliva, mucha enjundia, pero nada que invite a otros que no sean aquellos que han votado por ellos por simple inercia.

Calderón fue siempre un abogado mediocre, incapaz de colocarse como un profesional exitoso, pero en bravatas, improperios y a hacer impertinentes acusaciones nadie le gana, por eso supo labrarse un distinguido lugar entre quienes de habladas viven. Es el más granado ejemplo de lo que ha sido la oposición en nuestro país, seguirá despepitando el lenguaraz inepto que nos gobernó, mantenido por un descarado pago de favores peninsular que ya ha perdido todo recato, haciendo evidente un añejo e inconfesado pacto, que hoy, paga lo gastos a quien sólo se dedica a descalificar a los que son iguales a él.

Un partido asiduo a ese tipo de personajes no tiene más futuro que aspirar a mantener un pétreo 20%, masa estable compuesta, hasta ahora, por aquellos que, sin saber por qué, se asumen protegidos por una plataforma construida por los que en los años cuarenta decían haber monopolizado el ser gente decente. Marko, con K, llegó de la nada y para allá va, pero les dejará un partido carente de mística real, en el que se mantienen a la fuerza quienes se resisten a ser parte de la vacilada que aquí es la izquierda. Condenados están a la amargura, desesperación y al discurso baladrón.

El país vivirá un duro periodo en el que regresaremos a la casilla en la que estábamos en el primer tercio del siglo XIX. Vienen tres años para ofrecer opciones reales, distintas a los impresentables partidos de hoy.

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