Acapulco en fuga

Los enseres domésticos serán pronto vendidos para buscar el diario sustento. Sin salario, no hay comida que refrigerar o calentar.

Poco a poco, la realidad va poniendo al cacique en su lugar. Es claro que ha demostrado que no es capaz de hacer que la maquinaria funcione. Durante años se dedicó a concentrar las decisiones, por lo que es responsable de que el aparato gubernamental esté anquilosado. No sólo la Tesorería de la Federación ha caído en una trampa burocrática de la que ya no podrá salir este sexenio, sino que los cargos y posiciones clave se encuentran en manos de personas que son 99% incondicionales, y el resto, vanas ganas, porque de preparación y capacidad mejor no hablamos.

De plano hay que ser muy terco y necio para pensar que Acapulco retomará el camino entregando despensas y botellas de agua. El problema que enfrenta el tabasqueño es de tal magnitud que, con gran rapidez, será evidente que uno de los sofismas que vende como axioma carece de asidero en la realidad. El primitivo asistencialismo individualizado no ataca ni resuelve problemas comunitarios. Propone mejorales, cuando se requiere cirugía mayor. Ese tipo de apoyos perderá efectividad en pocos días. Lo que requiere el puerto para volver a la vida son fuentes de empleo viables y suficientes.

Lo que la más elemental lógica indica que debe hacerse es lo que él se resiste a implementar, un amplio programa de rescate a la industria y al comercio. Eso es lo único que permitirá que Acapulco retome el camino de la productividad, generando los ingresos que brinden sustento a sus moradores. Sin empleos bien pagados, la gente comenzará a salir masivamente de la localidad, para buscar el sustento en otro lado.

Así es, cada peso que se invierte en mantener en marcha la vida económica de ese punto turístico nos pone más cerca de la meta, que la limitadísima entrega de víveres cercanos a la caducidad. Los enseres domésticos serán pronto vendidos para buscar el diario sustento. Sin salario, no hay comida que refrigerar o calentar. Debió permitir a la sociedad civil desplegar acciones de solidaridad con los hermanos en desgracia, pero no, buscó miserablemente la forma de aprovechar lo que pensó era una cantera de votos.

Carece de los recursos necesarios para llevar a cabo un rescate de lo que fuera un paraíso e importante fuente de ingreso nacional. Pero lo peor, es que no tiene la capacidad ni el equipo para operar un programa de restablecimiento de las condiciones de seguridad; aprovisionamiento, y energía que Acapulco reclama urgentemente. La debacle ocurrirá antes de que se vaya. Lo marcará indeleblemente.

La población saldrá de ahí, primero por decenas, después por centenas y miles. Las ciudades cercanas sentirán la llegada de personas desesperadas buscando los empleos que no llegaron. Hasta ahora, no entiende que el hecho de que no haya habido derrumbes no supone que las construcciones puedan mantenerse en pie, así como que aquellas que puedan hacerlo, precisarán de meses para ser reparadas, tiempo que no pueden esperar los trabajadores, quienes tendrán que emigrar. Después, faltará mano de obra, iniciándose un círculo vicioso.

Se la pasó diciendo cinco años que patentaría el modelo de repartición de dádivas, el cual nos llevó a la peor caída del PIB del México moderno. Seguirá neceando, sin destinar recursos públicos al rescate empresarial, poniendo fin a lo que fue un exitoso desarrollo turístico. Es posible que ahí resurja un centro poblacional, pero habrá puesto fin al legendario destino.

Aún con la banda puesta, verá como las pírricas victorias que todavía registra en distintas variables que dan cuenta de la vida nacional, se tornarán en derrota. Por lo pronto, el viento se está llevando muchas horas de palabrería en materia de política social.

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