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A la deriva

Gabriel Reyes Orona

Gabriel Reyes Orona

México sin maquillaje

El peor gabinete de la historia no está solo, lo acompaña la peor Legislatura de los últimos 100 años. El Poder Legislativo le ha fallado a los mexicanos, pero, al parecer, el Poder Judicial federal se ha cansado de estar de rodillas, y quiere dejar atrás el ominoso episodio que vivió bajo la sumisa gestión de Zaldívar.

Hay quienes piensan que su legado no va más allá del chusco desfiguro de hacer tiktoks, como si fuera un adolescente en busca de popularidad, pero se equivocan, sembró un amplio equipo de incondicionales que aún operan bajo los designios del residente de Palacio Nacional. Mucho bien se haría al tener bajo la lupa a quienes pasaron exámenes bajo su gestión. Su desempeño les delatará. Se verá cómo se trata de personas que llegaron comprometiéndose a blindar las atrabiliarias medidas que se le ocurren al cacique.

La ministra Norma Piña, en un acto de buena fe, arengó a magistrados y jueces a actuar con prudencia y no con cobardía. En algunos casos acierta al detectar que ha habido quienes quieren salir del reflector de López, evadiendo persecuciones, pero también, habría que reconocer que existen operadores del mal, que no lo hacen por cobardía, sino en aras de construir una falange que, a su tiempo, será premiada por el Ejecutivo federal. No nos extrañe que se otorguen puestos o cargos a jueces que ganaron batallas en nombre de la 4T, más allá de la inconstitucional y artera maña, que trata de colocar a Zaldívar como segundo de abordo en la Fiscalía.

El cacique ha perdido todo recato, ya no sólo atropella la cortesía que se deben entre políticos, sino que también ya ha pisoteado todo código de convivencia civilizada, insultando a diestra y siniestra, lo mismo a políticos mexicanos que del exterior. Estamos en mala relación con los gobiernos de Perú, España y hasta con el de Estados Unidos.

Él inserta, forzada e ilusamente, su actuación en los ideales de los próceres que nos dieran patria y libertad, y hasta refiere su andar como continuación del de Bolívar, pero ahora ha decidido que se puede enfundar en el uniforme de Fidel Castro, al retar al vecino del norte, coqueteando a ratos con el gobierno ruso y en otros con el de China. Sabe que se cuece una acusación en su contra y se cura en salud, para atribuir toda acusación a la mala relación y no a la propia conducta.

Nadie podrá negar que vivimos el más ordinario y vulgar trato con los ciudadanos, así como el más bajo y pobre discurso gubernamental desde que México es México. La narrativa oficial no apela a consolidar la mexicanidad, sino a sobajar a unos y a perseguir a otros. Es trágico ver cómo el Presidente ha dejado de gobernar, para pontificar sobre quién es quién en el país, a través del distorsionado cristal con el que nos mira.

Hace ya mucho que dejó de encabezar un gobierno, para ocuparse de construir un mito. Describe acciones de gobierno que no pasan de ser las mismas tres fracasadas obras tlatoánicas que ya, hasta él, sabe se arrumbarán en unos cuantos años, dilapidando vergonzosamente miles de millones de pesos.

La administración pública federal deriva; ha seguido marchando por la inercia que adquirió en décadas que siguieron a la revolución, pero el impulso empieza a ceder y ya estamos entrando a una fase de estancamiento.

El narcótico que su gestión consume avorazadamente, las remesas, será puesto ya bajo la lupa, y serán, como siempre, autoridades del exterior, las que pongan en claro las oscuras movidas que su movimiento ha triangulado desde hace algunos años.

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