Pérdidas
Después de décadas de un control férreo por parte de la izquierda, Rodrigo Paz, senadory exalcalde de Tarija, se convirtió el domingo en el presidente electo de Bolivia.
En la vida cotidiana saber con claridad en dónde estamos parados requiere de humildad, sabiduría y una dosis grande de inteligencia emocional. En política exterior sucede lo mismo. El liderazgo de cada país está obligado a identificar las ventajas que el entorno externo otorga a las posturas y las expresiones en la arena pública.
En una era “líquida” de comunicación global, las redes sociales no dan respiro. No hay lugar para dogmatismos o introversiones. Refugiarse en la comodidad de casa no garantiza que los conflictos de la arena internacional se ausenten del marco de acción nacional. Los mercados y los inversionistas son cada vez más despiadados y crueles. El que se equivoca pierde.
Desde el arribo de la nueva administración de la Casa Blanca sus prioridades fueron transparentes. La línea fue dura y diáfana: America First. En el ámbito de la diplomacia, esto significó una situación distinta a la que habíamos vivido en el pasado reciente.
El secretario de Estado, Marco Rubio lo ha dicho sin rubor. La nueva política exterior de Estados Unidos se centra en priorizar sus intereses nacionales. Esto implica una política exterior pragmática que busca fortalecer el hemisferio occidental y a la vez adoptar una postura firme frente a China y regímenes como el de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
El pragmatismo busca, en consecuencia, socios dispuestos que sepan con claridad en donde están parados. En sus propias palabras: “Se trata de un enfoque de política exterior basado en intereses comunes concretos, no en vagos tópicos o ideologías utópicas”.
Lo que parecía impensable está sucediendo con gran velocidad. Después de décadas de un control férreo por parte de la izquierda, Rodrigo Paz, senador y exalcalde de Tarija, se convirtió el domingo en el presidente electo de Bolivia. Paz, de 58 años y autodefinido como un hombre de centro, sucederá a Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (MAS) como presidente del país andino, golpeado por una de las peores crisis económicas en muchos años, que incluye escasez de combustible, alta inflación, bajas reservas y una recesión de 2.4%.
En este contexto, durante la primera semana de diciembre se llevará a cabo la X Cumbre de las Américas en Punta Cana, República Dominicana. Es importante recordar que en la IX Cumbre de Los Ángeles en 2022, las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela fueron excluidas por el país organizador por su falta de compromiso con los valores y principios de la democracia, el diálogo y los derechos humanos.
BALANCE
La historia se repite. Para la X Cumbre, el Ministerio de Relaciones Exteriores de República Dominicana confirmó el 30 de septiembre la decisión de no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela. La exclusión de las dictaduras generó una reacción combinada entre Colombia y México. Ni Gustavo Petro ni Claudia Sheinbaum asistirán a la Cumbre.
La mandataria mexicana justificó su ausencia por dos razones: el desacuerdo con la exclusión de los tres países y la emergencia nacional provocada por las inundaciones en varios estados del país. El presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, prefirió no hacer “comentarios” sobre dicho anuncio: “Voy a contestar con las mismas palabras que la presidenta Claudia cuando le preguntaron sobre qué opinaba sobre el premio Nobel de la Paz y ella dijo: ‘No comentarios’”. Quién entendió, entendió.
La X Cumbre de las Américas es un ejercicio comprometido con las tres “d” que han caracterizado la cooperación regional de los últimos años: diálogo, democracia y derechos humanos. Estar del lado de las dictaduras es absurdo, inmoral y al tiempo, contraproducente. En contraste, la presencia en las Cumbres genera inversiones, negocios, oportunidades y momentum. La ausencia sólo suma pérdidas.
