Logo de Excélsior                                                        

Jóvenes

Francisco Guerrero Aguirre

Francisco Guerrero Aguirre

Punto de equilibrio

Cerramos un año turbulento para el mundo y la región. La calle está caliente. Las movilizaciones y protestas ciudadanas son cada vez más numerosas. Las causas son diversas. Se cocinan en la desigualdad y se condimentan con la polarización y las brisas ideológicas.

Las redes sociales son el gran movilizador. Las opiniones se multiplican. La gente abandona el silencio y la rabia contenida para expresar su molestia con el statu quo. La escalada de conflictos es cada vez más evidente, amenazando con extenderse como reguero de pólvora.

En los últimos seis meses, países con historias diversas han sido escenario de protestas masivas por distintos motivos. La profunda desconfianza y el descontento con las políticas gubernamentales han ayudado a mantener la movilización. Como lo ha acreditado la CIDH, las protestas callejeras han terminado en duros enfrentamientos con la fuerza pública, sumando decenas de fallecidos y centenares de detenidos y heridos

En septiembre fueron Nicaragua, Haití y Perú. En octubre: Ecuador, Chile, Bolivia y Panamá. En noviembre: Venezuela y Colombia. Una gran parte de los conflictos sigue activa con mayor o menor intensidad. Cada caso merece un análisis individual e integral.    

Los jóvenes son los actores principales de las protestas porque se sienten afectados y excluidos de la construcción de las políticas públicas. No son parte del proceso de toma de decisiones. Reciben las consecuencias de las decisiones de otros. Se sienten ajenos al engranaje político que los ignora y mediatiza.

Según Naciones Unidas, existen 1,800 millones de jóvenes, entre los 10 y 24 años de edad. Es la población juvenil más grande de la historia. Sin embargo, más de la mitad de los niños y adolescentes de entre 6 y 14 años no sabe leer.

De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo,  en todo el mundo hay 63 millones de jóvenes desempleados y 141 millones en situación de pobreza laboral, de ahí que el empleo juvenil constituya un reto a escala global.

El Fondo Monetario Internacional, en su último informe del mes de octubre del 2019, indica que las perspectivas para América Latina y el Caribe están frustradas por la incertidumbre. El crecimiento se ha desacelerado de 1,0% en 2018, a 0.2 por ciento en 2019. El panorama para los jóvenes que buscan empleo será sombrío en consecuencia.

El analista financiero Michael Stott señala que varios países de la región ahora corren el riesgo de volver a vivir una segunda “década perdida”.

América Latina termina 2019 sacudida por una ola de protestas que evidencia un creciente descontento popular que no parece diferenciar territorios ni ideologías. Los latinoamericanos han ido perdiendo la paciencia con sus gobiernos y cada vez están menos dispuestos a dejar pasar cosas que se habrían tolerado en los momentos de bonanza.

Como lo ha señalado el investigador argentino Pablo Vommaro, en los últimos años se ha producido una serie de movilizaciones juveniles en América Latina sin precedentes. Se configura una coyuntura que Ernesto Rodríguez denomina como los «nuevos movimientos juveniles latinoamericanos», con consecuencias aún difíciles de pronosticar.

 

Balance

Naciones Unidas considera a los jóvenes como “los portadores de la antorcha” de la Agenda 2030, ya que tienen un papel fundamental que desempeñar no sólo como beneficiarios, sino también como socios y participantes en su implementación. Malala Yousafzai, quien con 17 años recibió en el 2014 el premio Nobel de la Paz, dijo con razón: “No queremos políticos que tomen todas sus decisiones con el único objetivo de imponer sus ideologías, lo que queremos es que escuchen a la gente”. Las protestas del último semestre son una llamada desesperada de atención para construir desde el gobierno, independientemente de su signo político, políticas públicas inclusivas que combatan la desigualdad y propongan la inclusión. Hacerlo sin beber la “pócima maldita” del populismo y el clientelismo político es un reto formidable, que pasa por renunciar a la politiquería barata y la manipulación ideológica. Gran reto para 2020.

Comparte en Redes Sociales

Más de Francisco Guerrero Aguirre