Cámaras de eco: ¿fábricas de fanáticos?

Las cámaras de eco alejan al usuario de la auténtica plaza pública digital, atrofian su capacidad de construir ciudadanía y lo convierten en una especie de autómata digital

La semana pasada revisábamos el efecto peligroso que la tecnología puede representar para el debate político, cuando las redes sociales se utilizan para segmentar arbitrariamente a la ciudadanía en perfiles predefinidos que luego son sujetos a mensajes que sólo refuerzan sus prejuicios y fantasías.

Este fenómeno fue identificado originalmente por Cass Sunstein en su icónico libro Republic.com, quien las denominó cámaras de eco (echo chambers) refiriéndose a la existencia de grupos o “comunidades” afines, expuestas a una reducida línea de opinión que lleva a una percepción falsa de la realidad por la ausencia del pensamiento crítico.

Muy fácilmente las cámaras de eco pueden conducir a una falta de empatía hacia las ideas o los grupos diferentes, y al combinarlas con el uso dirigido de fake news, llevan a una polarización tóxica. Se transforman en potenciales fábricas de fanáticos.

Es preocupante observar el refinamiento en la construcción y explotación de las cámaras de eco. Esto es el resultado del uso pernicioso de la inteligencia artificial y los algoritmos que personalizan y filtran el contenido para identificar microsegmentos de usuarios que muy probablemente reaccionarán como lo planea el creador de la campaña, al bombardeo de mensajes para implantar una idea, un producto, un candidato o un gobierno. 

El manejo faccioso de las cámaras de eco representa un riesgo para la democracia, pues evita que sus miembros participen en un diálogo constructivo e incluyente, potencia la desinformación, erosionando la confianza en las instituciones democráticas.

Los principales afectados son los propios ciudadanos, pues autocancelan su capacidad de razonar y tomar decisiones basadas en información amplia y confiable, proveniente de todos los puntos del espectro político.

Las cámaras de eco alejan al usuario de la auténtica plaza pública digital, atrofian su capacidad de construir ciudadanía y lo convierten en una especie de autómata digital, que deambula en el ciberespacio saltando de foro a foro, en busca del eco para sus propios prejuicios.

Los valores fundamentales de la democracia encuentran en este fenómeno un obstáculo para la construcción de sociedades libres. El diálogo franco, elecciones justas y libres y la capacidad de interacción incluyente son esenciales para contar con sociedades abiertas.

BALANCE

La responsabilidad de las instituciones de la democracia es la de promover una sociedad del conocimiento abierta, no segmentada, a través del combate al analfabetismo digital, la transparencia en plataformas tecnológicas y el aseguramiento de diversidad en las fuentes de información.

Pero nada de ello surtirá efecto si el usuario digital no hace un esfuerzo por transitar hacia una buena ciudadanía digital. La responsabilidad última es de cada uno de nosotros, los usuarios, que debemos evitar caer en la trampa de una cámara de eco, asegurándonos de participar en distintos tipos de foros, aportando al debate circular, genuino, respetuoso. Un buen ciudadano digital debe aprender a interactuar en foros en donde no con todos se está de acuerdo.

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha señalado que el uso ético y responsable de las tecnologías digitales creará oportunidades de desarrollo más equitativo para todo el hemisferio. El futuro fundamentalmente será digital. 

La ampliación del debate, la conexión ciudadana directa y el acceso a más información son posibles sin potenciar la polarización tóxica y la fanatización que producen las cámaras de eco. Aún estamos a tiempo de evitar que las redes se transformen en una fábrica de fanáticos.

* Los puntos de vista son a título personal.

No representan la posición de la OEA

Temas: