Voto secreto
El celular ha hecho que la mampara sea irrelevante para garantizar el voto secreto
La secrecía del sufragio es garantía constitucional, pues resulta indispensable para que las elecciones sean libres y confiables. A los votantes se les puede presionar o sobornar, aprovechándose de su necesidad, pero, si la conciencia es el único testigo del sentido del voto, ese tipo de fraude pierde efectividad. Ésa es la razón de ser de las mamparas en las casillas y, por lo mismo, los tramposos buscan formas de eludir ese inconveniente para cerciorarse de que resultó exitosa la compra y/o coacción. De ahí la importancia que tiene la propuesta hecha por Guadalupe Acosta Naranjo, uno de los representantes de la alianza opositora en el INE, para que se prohíba el acceso de teléfonos celulares al lugar donde el ciudadano tacha el logo de su preferencia en la boleta.
Es verdad que hay más de una técnica para violar el voto secreto, como el llevarse la boleta en lugar de ingresarla, luego marcarla y pedir que la ingrese el elector coaccionado, el cual debe regresar, como prueba de cumplimiento, con una en blanco que seguirá el mismo camino que la anterior. También se ha detectado el uso de niños que pasan por hijos para acompañar al ciudadano y verificar que cruce la opción indicada. Pero ninguno es tan simple y fácil de aplicar como la de tomarle una foto al voto con el teléfono para mostrarla como evidencia, al grado de tener el potencial de convertirse en fenómeno masivo.
Para decirlo con claridad, el teléfono celular ha hecho que la mampara sea insuficiente y hasta irrelevante para garantizar el voto secreto. Es más, ayuda a tomar la imagen de la boleta marcada sin que nadie se dé cuenta, de tal suerte que los representantes de casilla no podrán percatarse ni documentar la cantidad de electores que recurren a la foto. No olvidemos que se entregan programas sociales a más de 24 millones de ciudadanos que fueron ingresados a los padrones por personas que hicieron campaña domiciliaria en 2018 a favor de quienes hoy están en el poder.
No hubo convocatoria pública para ser parte de los “servidores de la nación” de la Secretaría del Bienestar y comenzaron a trabajar sin manuales de operación o siquiera protocolos. El TEPJF los ha sancionado por hacer propaganda personalizada del Presidente con los programas e incluso han sido registrados como representantes de casilla del partido oficial. Las denuncias del condicionamiento a los beneficiarios con amenazas de perder apoyos si no sufragan por partidos y candidatos del oficialismo ha ido en aumento y permitir que tomen foto al voto contribuye a la comisión de ese delito electoral.
El problema no se circunscribe a la manipulación política de los programas sociales. El corporativismo ha resurgido y los sindicatos se comprometen a aportar la votación de sus agremiados. Hay líderes que presionan con prestaciones, privilegios e incluso el mantenimiento del empleo y también piden constatación del cumplimiento de la orden. Además, está la compra de voto directa con despensas o dinero en efectivo. Es común que candidatos opositores aconsejen a ciudadanos en situación precaria que acepten lo que les den, pero que voten con libertad, algo que sólo puede cumplirse si se garantiza que su decisión será secreta.
Por si todo lo anterior fuera poco, está el creciente protagonismo del crimen organizado en los procesos electorales. Ellos no sólo bajan candidatos con violencia e intimidación, se roban paquetes y secuestran operadores el día de la jornada, tal como se verificó en 2021, también cuentan con bases sociales a las que entregan víveres con la propaganda del cártel respectivo y las movilizarán para apoyar a quienes sirvan mejor a sus intereses.
Si queremos que el voto secreto no sea letra muerta en las próximas elecciones, mismas que serán vitales para el futuro del país, el INE y el TEPJF deben actuar en consecuencia de las circunstancias actuales. La tecnología creó una herramienta prácticamente universal que es muy provechosa para la comunicación, pero es usada por mapaches electorales para distorsionar la voluntad de los ciudadanos a partir de la coacción y la compra de voluntades. Prohibir la entrada de celulares a las mamparas dará mayor certeza al resultado y dificultará la trampa.
