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¿Punto de quiebre?

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

Si no es ahora, ya no será. La experiencia da pocas esperanzas, pero la situación es de tal gravedad que en sí es un apremiante llamado a la responsabilidad. El país arrastra una paradoja, cuyos costos pueden ser tan altos que es difícil vislumbrar el fondo del abismo al que nos dirigimos: los problemas se acumulan y ahondan, pero se sigue alimentando la polarización desde el poder.

El gobierno no ha querido establecer políticas de Estado para enfrentar las crisis sanitaria y económica porque nada los apartará, presumen, de su “proyecto de transformación” que, más allá de la demagogia sobre el inexistente combate a la corrupción, consiste en acumular el poder en la Presidencia, eliminar contrapesos y establecer una hegemonía estructural del grupo político del mandatario, convirtiendo a la oposición en disminuidas fuerzas marginales dentro de un sistema sin alternancias.

Para rastrear la racionalidad de las decisiones tomadas por el gobierno federal, y puedan hacer sentido, las tenemos que analizar bajo el prisma del cálculo electoral. Sólo así se explica que hayan ignorado incluso a instancias establecidas por la ley para atender la emergencia, tales como el Consejo de Salubridad General y el Consejo Nacional de Vacunación, y en su lugar echen mano de las estructuras clientelares de los programas sociales para vacunar a la población.

Esa unilateralidad facciosa del gobierno federal no sólo ha afectado la relación con gobiernos estatales, descalificado a organizaciones de la sociedad civil y despreciado la capacidad de instituciones con prestigio, también ha enrarecido el clima político. Lo peor es que las medidas implementadas han tenido malos resultados, lo cual se debe, en buena medida, a que se ha ignorado el conocimiento y la opinión de expertos, debido a que la prioridad no es enfrentar con éxito los problemas, sino ganar las próximas elecciones con base en la operación estatal.

Hemos llegado a un punto límite. Se da un golpe de timón y se convoca a la unidad nacional para enfrentar juntos y en pluralidad al cúmulo de crisis que acosan a la república, corrigiendo el rumbo, o van a seguir ahondando en la división de cara al proceso electoral y entonces habrá que esperar a que la nueva correlación de fuerzas pueda contribuir a corregir el rumbo a partir del segundo semestre.

En Estados Unidos se está dando un pronunciado viraje con la nueva administración de Joe Biden, empezando por la seriedad con la que están tomando a la enfermedad que lamentablemente alcanzó a nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Quizá, una vez que el Presidente se haya recuperado, como espero que suceda, el episodio pudiera servir para replantear la estrategia sanitaria, a todas luces fallida, tal y como ocurrió con Boris Johnson en el Reino Unido tras su contagio y convalecencia.

Es verdad que no hay mucho espacio para el optimismo conociendo al personaje, pero el agua ya está llegando al cuello en importantes indicadores y seguir por la misma ruta sería criminal, comenzando por la salud pública.

La pandemia que nunca se fue está azotando al país con mayor fuerza después de haber sido sobrellevada con negligencia y ha rebasado la capacidad de respuesta del sector salud, mermado por prejuicios ideológicos que optaron por destruir lo que existía sin tener otra alternativa que no fuera la improvisación, en lugar de mejorarlo y fortalecerlo, dejando en la zozobra a muchas personas que padecen otras graves enfermedades.

El libro de Laurie Ann Ximénez-Fyvie (Un daño irreparable, Planeta 2021) da cuenta de la secuencia de trágicos errores, como minimizar la peligrosidad del virus, hacer pocas pruebas, establecer el modelo Centinela, apostar por la inmunidad de rebaño, despreciar el cubrebocas, etc. Y todo por subordinar el conocimiento a los deseos políticos del Presidente.

Si no se contiene a la enfermedad con medidas preventivas más drásticas, entre ellas la obligatoriedad del  uso de cubrebocas en espacios públicos y un plan de vacunación que involucre a muy distintos actores para hacerlo masivamente, con prontitud y sin sesgo electoral, la recuperación económica se retrasará más y los daños serán mucho mayores. El balón está en la cancha del convaleciente.

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