Provocaciones

Es verdad que la descalificación moral de cualquier crítico es reflejo del populismo y que las políticas públicas de este gobierno lo confrontan con la sociedad civil.

Los ataques no son gratuitos. La polarización es el núcleo de la estrategia oficial de comunicación, una forma de seguir haciendo campaña desde el gobierno, pero los adversarios elegidos se están diversificando y eso debe tener explicación. No parece rentable confrontarse con la UNAM, ni con feministas, ecologistas, defensores de derechos humanos o activistas en la protección de animales y mascotas. Sin embargo, el Presidente necesita rivales de cierta resonancia mediática con quienes pelear en el round que se avecina.

Los partidos de oposición y las organizaciones agrupadas en Sí por México decidieron no engancharse en el ejercicio que el régimen y la ley llaman Revocación de Mandato, aunque el objetivo explícito de sus promotores es que se ratifique al actual titular del Ejecutivo para fortalecer su figura y, con ello, al presidencialismo autoritario que está restaurándose. Para que tenga cierta credibilidad el numerito, requieren de actores que pidan el fin anticipado del periodo presidencial. Parece que en eso anda Andrés Manuel López Obrador.

Es verdad que la descalificación moral de cualquier crítico es reflejo del populismo y que las políticas públicas de este gobierno lo confrontan con la sociedad civil, lo que explica las ansias por desaparecer sus organizaciones, dificultándoles recibir las donaciones que necesitan para subsistir.

Pero decir que el neoliberalismo promovió las causas progresistas para distraer del saqueo que llevaba a cabo no sólo es un atentado a la inteligencia, es una provocación contra miles de activistas que dedican su vida a mejorar la de los demás, a luchar contra la injusticia, a enfrentar los abusos del poder, a hacer que la igualdad sea sustantiva y efectiva, a terminar con la discriminación, a cuidar el planeta en el que habitamos, a ver por los vulnerables.

Muchos de los aludidos han sido base electoral del Presidente y nunca esperaron ser señalados como “conservadores” al servicio del neoliberalismo por quien fuera su candidato. Es el mundo al revés. Quien desdeña la conquista de derechos y libertades los estigmatiza con la etiqueta de los que se oponen a sus luchas. En ese mismo sentido, “neoliberal” es todo aquel que no se pliega a su poder y toda institución que no controla, aunque tenga a la administración pública en los huesos. Si desdeña cualquier posibilidad de reconciliación con esos grupos que alguna vez creyeron en él y escala el enfrentamiento es porque hoy los necesita arriba del ring.

La UNAM es muy prestigiada y reconocida entre los mexicanos. Nunca antes la había cuestionado López Obrador, a pesar de asegurar que su derechización neoliberal lleva tres décadas. No dudo que quiera decidir quién será el próximo rector y es evidente su molestia porque los sectores ilustrados dieron la espalda a su partido en las elecciones de 2021, lo cual explica su deseo de controlar a las universidades para que los próximos profesionistas sean adoctrinados ideológicamente y no voten por la oposición.

Lo curioso es que para ello no era necesario que denostara públicamente a la Máxima Casa de Estudios ni a sus egresados, el poder tiene formas de presionar más discretas y efectivas, por no hablar de la ingenuidad de anunciar que quiere que la universidad sufra una sacudida de su propia comunidad, negándose la posibilidad de ocultar las manos, si eso ocurre.

La pantomima de la “revocación” caería en el ridículo y sería desairada, como sucedió con la consulta popular que promovieron falsariamente como “juicio a expresidentes”, si no hay quienes tomen el guante y hagan campaña para que el mandatario se retire a su rancho antes de lo previsto, aunque en realidad no haya ninguna posibilidad de que eso suceda. Como la oposición no lo va a hacer, entonces que sean personas y grupos sociales agraviados por las puyas mañaneras.

Buscar nuevos enemigos y azuzarlos con infamias parece irracional para quien debe administrar conflictos para garantizar gobernabilidad. Sin embargo, eso pasa a segundo plano cuando la prioridad es el culto a la personalidad del Presidente y éste quiere estar otra vez en la boleta para volver a derrotar a sus adversarios, así sea en una farsa electoral.

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