Morena frente al espejo

No faltó nada del repertorio: acarreo, compra de votos, exclusión de disidentes, urnas embarazadas, falsificación de boletas, tacos, carruseles, violencia desbordada, uso de recursos públicos, intervención gubernamental, coacción a beneficiarios de programas ...

No faltó nada del repertorio: acarreo, compra de votos, exclusión de disidentes, urnas embarazadas, falsificación de boletas, tacos, carruseles, violencia desbordada, uso de recursos públicos, intervención gubernamental, coacción a beneficiarios de programas sociales, robo y quema de material electoral. Reprodujeron todo lo que decían combatir y si algo llamó la atención es que no hicieron ningún esfuerzo por disimular tan malas mañas.

El fraude generalizado en las asambleas distritales de Morena quedó profusamente documentado. Infinidad de videos dieron cuenta de los conflictos, irregularidades, fallas, trampas y delitos durante la jornada. Abundaron denuncias de militantes avasallados por la maquinaria clientelar y es un hecho que los resultados se litigarán. A juzgar por la evidencia conocida, se podría anular el proceso si el tribunal resiste las presiones que vendrán.

En momentos en que el presidente López Obrador habla de pasar de la austeridad republicana a la pobreza franciscana, en las elecciones de su partido se derrocharon ingentes recursos para llevar en flotillas de camiones, microbuses y taxis a miles de gentes a los centros de votación. Se pudo constatar que en las largas filas abundaban personas que no sabían a qué los llevaron o necesitaban de un acordeón para sufragar por el indicado a cambio de despensas, dinero en efectivo o mantener apoyos económicos del gobierno.

Echaron a andar todo el aparato a favor de candidatos oficiales. Funcionarios y empleados de dependencias públicas fueron obligados a asistir, afiliarse a Morena y votar según las instrucciones de sus jefes, lo mismo que quienes reciben subvenciones del erario. La operación fue descarada e incluso en no pocas asambleas echaron mano de policías para aplacar a las disidencias.

Aunque los delitos cometidos ya se consideran graves y no tienen derecho a fianza, presenciamos la impune jactancia de quienes no ven fronteras entre partido, gobierno y Estado, tal y como sucedía en el viejo régimen, pero ahora de manera más cínica y degradada, sin el menor recato ni preocupación por cuidar las más mínimas formas.

El dinero decidió a los ganadores, pues la cartera determina el tamaño de las clientelas. La impotencia por no poder competir en la compra de voto con las estructuras gubernamentales hizo que no pocos dirigentes locales recurrieran a la violencia para reventar no pocas asambleas y en otras los competidores recurrieron a toda clase de trampas para tratar de imponerse en la contienda, sabiendo de antemano que nadie jugaría limpio. Se conocen bien.

No es que el espectáculo antidemocrático de Morena vaya a sepultar la reforma electoral del Presidente, pues de por sí no tenía ninguna posibilidad de ser aprobada; pero sí le moja la pólvora a la estrategia mediática en curso para acorralar al INE. Después de lo que vimos el pasado fin de semana, el oficialismo carecerá de autoridad política y moral para cuestionar al árbitro. Eso no significa que vayan a dejar de insistir, pues la intimidación y descalificación para elevarle el costo a las autoridades electorales si deciden sancionarlos por violar la ley, así como acusarlas de delirantes intenciones de hacer fraude para dejar abierta la posibilidad de desconocer los resultados, son parte fundamental de su estrategia hacia el 2024.

Las asambleas del partido oficial son presagio de lo que viene, operarán desde el poder una elección de Estado para definir la sucesión presidencial. Han ido afinando estructuras para movilizar innumerables clientelas a las casillas y cuentan con recursos de sobra para hacerlo, aprovechándose de la pobreza que como gobierno han incrementado. Todavía tendremos autoridades electorales que cuenten los votos con certeza, pero apenas podrán atenuar la tremenda inequidad que se vislumbra. Lo estamos viendo con las campañas anticipadas de las corcholatas desbocadas.

Para equilibrar la contienda será indispensable la unidad de la oposición y que demuestren que ellos sí pueden elegir democráticamente a su candidato en una elección ejemplar. El reto es grande: convencer a abstencionistas, indecisos y arrepentidos para que el voto libre triunfe sobre el voto comprado.

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