Los guantes de Adán Augusto

Durante la comparecencia de la secretaria de la SSPC, Adán Augusto trinó contra gobernadores de oposición. Sólo están preparados para recibir aplausos

El gobierno se decanta por la despolítica. No es que antes se preocupara por dialogar, negociar y acordar con las fuerzas opositoras o que no promoviera como estrategia la polarización, descalificando de manera recurrente a quienes se atreven a discrepar. Es que dicha actitud se ha ido exacerbando conforme avanza el sexenio, al grado que hasta el titular de la secretaría encargada de la gobernabilidad del país y que debe mantener la interlocución con los distintos actores de la vida pública, confronta a gobernadores por el voto de los legisladores del partido al que pertenecen, haciendo evidente que el gobierno federal premia o castiga según se comporten sus adversarios en el Congreso.

Se puede pensar que López Hernández lo hace para posicionarse en el ánimo de los simpatizantes de Morena, debido a que el Presidente lo ha designado como una de las corcholatas que puede destapar para convertirse en el candidato oficial del régimen, o bien, para fugarse hacia delante, tras los señalamientos generados por los cables hackeados a la Sedena por el grupo Guacamaya, mismos que señalan presuntos vínculos de los personajes que nombró para encargarse de la seguridad con un cártel cuando era gobernador de Tabasco.

Pero el caso es que los tiempos adelantados de la sucesión requieren de operación política para transitarse. Si de por sí los fines de sexenio suelen ser complicados, con mayor razón ahora que los puentes de comunicación están maltrechos, desde el poder plantean cambiar unilateralmente las reglas de la competencia electoral y los posibles candidatos del oficialismo andan en descaradas campañas anticipadas que significan ventajas indebidas. Ahí están los ingredientes de una crisis política, por si algún nubarrón faltara de la tormenta que se avecina con la deteriorada situación económica y la violencia criminal desbordada.

En lugar de convencer y construir, el verbo que conjugan es doblegar. No sólo apretaron, legislador por legislador de oposición, para aprobar la extensión constitucional del apoyo del Ejército y la Marina a la de por sí militarizada Guardia Nacional hasta el 2028, extorsionaron a gobernadores y presidentes municipales con retirar las fuerzas federales si no alineaban a diputados y senadores con la propuesta. Pero no les bastó con aprobarla, se disgustaron incluso por las críticas vertidas en tribuna durante la comparecencia de la secretaria de Seguridad Pública y Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez. Fue en ese contexto que Adán Augusto trinó contra gobernadores de oposición. Sólo están emocionalmente preparados para recibir aplausos.

La amenaza de retirar protección a quienes no respalden la actual estrategia, no obstante su ostentoso fracaso, ha sido explícita. El presidente López Obrador llamó hipócritas a quienes expresan preocupación ante la creciente militarización del país, pero demandan que la Guardia Nacional cumpla con su obligación constitucional de combatir al crimen organizado y proteger a las personas, afirmando que debiera renunciar al apoyo de las fuerzas federales. Y lo mismo dijo Rosa Icela en el Senado, llegando al extremo de jactarse por negarle protección al hijo de la senadora Lilly Téllez, sin importar las amenazas que han recibido, porque ella votó en contra. Es decir, el Estado sólo está para cuidar a los habitantes de las entidades gobernadas por el partido oficial y a los familiares de quienes respaldan las políticas presidenciales. No tengo registro de una confesión tan brutal y desalmada del manejo faccioso de las instituciones, pues no dudan en exponer la vida y seguridad de las personas para doblar voluntades.

¿Cuál es la lógica de esto? Al grupo gobernante le interesa más asegurar de cualquier manera su continuidad en el poder que la estabilidad política del país. Cargar los dados mediante elecciones de Estado no es suficiente, temen al voto de castigo, que ha sepultado a administraciones infinitamente menos desastrosas que la actual. Por eso pretenden controlar al árbitro, destruyendo o maniatando al INE, asumiendo que la oposición acosada e ignorada participará, así sea bajo protesta. De cualquier manera, la gobernabilidad ya no será tarea política, sino militar.

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