Los caminos de la vida
Si antes era impensable apoyar alguna candidatura priista en nombre de la democracia, y no se diga en el Edomex, ahora es una necesidad para preservarla.
Nunca digas nunca. La historia da sorpresas y giros insospechados. De pronto hay juego nuevo, las fichas cambian de sitio, los intereses de los jugadores ya no son los mismos y el peor error sería aferrarse al esquema anterior, así se haya arraigado durante muchos años. Es mejor adaptarse y corregir a pelearse con la realidad. Si para democratizar a México se tuvo que vencer al PRI en las urnas, ahora para defender la democracia conquistada y evitar la restauración autoritaria se tiene que derrotar a Morena en las elecciones de éste y el próximo año.
Se trastocaron los papeles. Quienes hoy están en el poder porque se beneficiaron de la transición, ahora les estorban los avances conseguidos y están abocados en echar abajo los contrapesos a la voluntad presidencial y controlar las elecciones desde el gobierno. Fueron demócratas por conveniencia y están enseñando el cobre porque quieren acabar con las alternancias una vez que ellos llegaron a la cúspide. Es verdad que es un fenómeno mundial, pero las batallas se libran país por país y en el nuestro la moneda está en el aire. Estamos a tiempo para detener la destrucción, evitar que el retroceso político se vuelva estructural y tomar un nuevo rumbo pluralista que proteja las libertades que hoy están en riesgo.
Si antes era impensable apoyar alguna candidatura priista en nombre de la democracia, y no se diga en el Estado de México, ahora es una necesidad de primer orden para preservarla. Quienes aceptaron perder su carácter hegemónico para dar paso a la transición, así haya sido con resistencias y a tirones, fueron en ese sentido congruentes al conformar la coalición Va por México con el objetivo de enfrentarse al nuevo partido de Estado que quiere borrar unilateralmente lo que el propio López Obrador suscribió en acuerdos de largo alcance en 1996 como presidente del PRD, pues anhela imponer su hegemonía, haciendo uso de todos los recursos e instituciones a su alcance, no obstante que muchos de sus miembros lucharon contra eso cuando eran opositores.
La lucha democrática se volvió coartada de quienes buscan enterrarla. Frente a esa perversa impostura queda sumar fuerzas y apostar por los ciudadanos para vencer al inmenso aparato clientelar que han construido los “servidores de la nación”, operadores electorales que reparten programas sociales. Ése es el reto de la alianza opositora en la elección presidencial y, antes, en Edomex y Coahuila, donde las candidaturas a gobernador serán encabezadas por priistas. El resultado de esos dos estados establecerá en buena medida los términos de la contienda del próximo año. Por eso, respaldar a los virtuales candidatos aliancistas, Alejandra del Moral y Manolo Jiménez, es contribuir con la defensa de la democracia y enfrentar al creciente autoritarismo.
Los caminos de la vida no fueron como pensábamos hace apenas unos cuantos años, pero el asombro por el inesperado escenario no es excusa para petrificarse con concepciones superadas. La congruencia se mide en relación con principios, medios y fines. Por eso se entiende que los adversarios de ayer se vuelvan aliados hoy, la confluencia contribuye a lograr los objetivos que mantienen vigencia. Lo otro sería resignarse a mirar cómo se destruye el legado colectivo de muchas generaciones, incluyendo la nuestra, para acotar al Ejecutivo, hacer realidad la división de poderes, fortalecer instituciones, gozar de libertades y tener elecciones razonablemente equitativas en la que se cuentan bien los votos. Nada de ello fue concesión graciosa del poder.
Es verdad que la democracia lograda es imperfecta, que la partidocracia se blindó con privilegios, que la incapacidad de resolver problemas y su agudización la desgastaron, que la corrupción que persiste fue un elemento de degradación; pero la vuelta al autoritarismo no es solución.
Los problemas de la democracia deben solucionarse con mayor democracia. Sería un despropósito irrealizable regresar a la situación previa a 2018. Al pasado remoto no se le debe anteponer el pasado inmediato. Tenemos que imaginar pluralmente el país que queremos. Pero para eso hay que derrotar con votos a la principal amenaza contra esa posibilidad. De eso se trata.
