Lo que se rompió

Los ataques a las aspiraciones de la clase media hoy suenan lo mismo que los sermones franciscanos que llaman a despreciar los bienes materiales.

No es magia, pero se parece. De pronto sucede algo que provoca una respuesta colectiva de mayor intensidad que la habitual y marca un parteaguas, la gota que derrama el vaso. La protesta deja de ser asunto de vanguardias politizadas y muchas personas se salen de su cotidianidad para participar y comprometerse con una causa. La lucha no se agota en el agravio que la provocó, lo rebasa y plantea otras demandas. Así nacen los movimientos y eso fue lo que ocurrió en el viernes negro del presidente Andrés Manuel López Obrador.

El abuso de poder contra periodistas fue la chispa, pero la molestia con el actual estilo personal de gobernar viene de tiempo atrás y no son pocos los agraviados. La diferencia no radica sólo en la fuerza con que la indignación se expresó, sino que la cancha es distinta porque el Presidente perdió el manejo de la conversación desde que el escándalo de Houston fue revelado y eso significa crisis para quien ha hecho de la comunicación la piedra angular de su gobierno. Y lo peor para el gobernante es que sus esfuerzos por desviar la atención y retomar el control de la agenda resultaron contraproducentes.

En esta ocasión, doblar la apuesta no fue buen control de daños. Abrió nuevos frentes, creó conflictos internacionales, exhibió sus animadversiones a grados inusitados, violó la ley de manera reiterada, presumió usar los instrumentos del Estado para sus disputas, amagó con extender su batalla hacia los familiares de sus adversarios, recurrió al expediente conspiranoico para victimizarse, se obcecó en exhibir supuestos ingresos del periodista que lo descolocó con el reportaje, pero el tema Houston no ha dejado de crecer.

La desesperación es mala consejera. No le ayudó confrontarse con Panamá, España y Austria, saltándose los canales diplomáticos, tampoco acusar “golpismo” a quienes desairan la revocación y no buscan acortar su periodo mientras él militariza el país, mucho menos aún escalar la confrontación con la prensa. No es que haya una relación directa de los asesinatos de periodistas con sus descalificaciones e injurias contra opinadores, medios y comunicadores que lo incomodan, es que el acoso y estigma desde el poder aumenta la vulnerabilidad del gremio en momentos en que el gobierno debiera actuar para protegerlos.

No es sólo la incapacidad de cambiar de tema, es que el golpe pegó en el centro de su narrativa. La austeridad como moral pública que predicaba con regularidad se le revirtió con el estilo de vida en la mansión de Texas, difundida a través de la viralidad de las redes sociales. Los probables conflictos de interés y tráfico de influencias son discusión del llamado “círculo rojo”, pero la ostentación la asimilan todos. Los ataques a las aspiraciones de la clase media hoy suenan, lo mismo que los sermones franciscanos que llaman a despreciar los bienes materiales, hipócritas e inconsecuentes.

Al tratar de tapar sin éxito un conflicto de interés, revelaron otro y el hoyo sigue creciendo. Pero ésta no es sólo la enésima demostración de la incongruencia del discurso presidencial, mostrando que el combate a la corrupción es pura saliva, aquí hubo una respuesta ciudadana espontánea que expresa un punto de ruptura. Veamos el fenómeno como síntoma.

Desde la cuenta modesta de una organización de la sociedad civil se concitó el Space más exitoso de Twitter a nivel mundial, 64 mil personas se vieron reunidas al mismo tiempo en un diálogo virtual en el que entraron y salieron más de medio millón en sus 10 horas de duración. El respaldo al periodista agraviado por la ilegal prepotencia presidencial generó la convocatoria, pero en realidad cristalizó el temor ante el creciente autoritarismo y la preocupación por el riesgo inminente de la democracia mexicana y las libertades conquistadas. Fue el canal de expresión de hartazgo, acicateado por la polarización promovida desde el poder.

No son pocos los escándalos en este gobierno, pero ahora el teflón que cubría al Presidente se cuarteó, los lujos revelados golpearon a su base después de haber identificado ese estilo de vida en políticos y sus familias con la corrupción que asegura haber erradicado. La avenida del desengaño quedó abierta.

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