La fosfonovela

Mucho drama para tan penoso desenlace. La disrupción fosfode los influencersde la “nueva política” concluyóen caótica retirada.Samuel García tenía el camino libre para ser candidato, su licencia por seis meses estaba aprobada, y prefirió regresar al ...

Mucho drama para tan penoso desenlace. La disrupción fosfo de los influencers de la “nueva política" concluyó en caótica retirada. Samuel García tenía el camino libre para ser candidato, su licencia por seis meses estaba aprobada, y prefirió regresar al cargo de gobernador en cuanto quedó sancionado que no tendría el control del estado ni de sus finanzas durante la elección.

No le preocupaba dejar a Nuevo León en incertidumbre y crispación, sumido en profunda crisis política con dos gobernadores, lo que le resultó inadmisible es que alguien distinto a su grupo ocupara el interinato, así fuera por un día.

En la épica de sí mismo, Samuel asegura que sacudió al país en tan sólo diez días y que ya había rebasado al Frente Amplio. Aunque él y, todavía más su esposa, Mariana Rodríguez, son personajes con potencia en redes sociales y les funciona hacer campaña en pareja para generar burbujas mediáticas y provocar conversación en torno a ellos, no hay ninguna medición seria que avale su dicho. Si de verdad creyera ser ese insólito fenómeno, jamás se habría bajado de la contienda presidencial.

No es casual que su discurso sea funcional a la propaganda de la precandidata oficial que busca desanimar la participación opositora y confundir el voto útil, desinformando con la especie de que la elección ya está definida y la disputa es por el segundo lugar. Por lo mismo, tampoco lo es que el Presidente haya salido en su defensa y hasta comparara la batalla jurídica por el interinato con el desafuero que padeció en 2005, aunque ahora no estuvo en cuestión el derecho a competir. El objetivo compartido es restarle votos a Xóchitl Gálvez, como el propio mandatario confesó en la mañanera al congratularse de la división en clases medias con la candidatura del neoleonés, antes de que ésta se frustrara.

El conflicto subió de tono por desentenderse de lo que resolvió la SCJN y distorsionar lo acordado por el TEPJF. El ministro Javier Laynez estableció desde el 13 de noviembre, en respuesta a controversias constitucionales, que no procedían los nombramientos del secretario general de gobierno como encargado de despacho, porque no es facultad del Ejecutivo cuando la licencia es por más de un mes, ni tampoco del presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado, por estar impedido. Ahí reiteró lo establecido en la Constitución de Nuevo León: la prerrogativa de elegir al gobernador interino es del Congreso local.

El Tribunal Electoral dijo lo mismo, pero el precandidato y su partido interpretaron que el llamado al consenso significaba obligación de unanimidad e inventaron que los diputados sólo podían nombrar a alguien de MC, lo cual, por extraño que parezca, también lo estableció un juez laboral de la CDMX al dictar una suspensión definitiva.

La estrategia era judicializar, pensando que el litigio podría alargarse durante el proceso electoral, manteniendo la situación previa. Por eso en Palacio Nacional minimizaron el conflicto, al grado de afirmar que a la población no le afectaría la coexistencia de dos gobernadores, y brilló por su ausencia la secretaria de Gobernación.

Pero antes de que estallara la crisis, la SCJN hizo valer lo que ya había resuelto para garantizar gobernabilidad y certeza institucional en el estado, reconociendo como gobernador a Luis Enrique Orozco, elegido por el Congreso. Samuel García respondió renunciando a la licencia que estaba en vigor para reasumir el cargo, olvidándose de su aventura presidencial.

En lugar de distender y acordar con el Congreso, Samuel optó por escalar el conflicto para victimizarse. Antes existía la regla no escrita de respetar el partido del gobernante cuando se elegía al sustituto, pero eso se rompió en Puebla durante este sexenio y los diputados de MC votaron con Morena a favor de Guillermo Pacheco, quien sustituyó a Martha Érika Alonso, sin ser panista.

Sería injusto escamotearle méritos a MC, pero el país se juega su democracia, sus libertades y su viabilidad. Ahondar diferencias en la oposición contribuye a la restauración autoritaria. Se necesita altura de miras para dar vuelta a la página y concentrarse en la decisión fundamental: continuidad con Sheinbaum o cambio con Xóchitl.

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