La cruda realidad

Millones de personas han agotadosus ahorros, no tienen para pagar préstamos, hipotecaron su casa, lidian sin medicinas contra enfermedades crónicas, no pueden caminar tranquilas ni porsu propio barrio y no encuentran trabajo por más que lo buscan.

El show se renueva, pero los problemas persisten y se agravan. Los expresidentes son satanizados desde la robusta maquinaria propagandística del régimen bajo el pretexto de una consulta cuya pregunta es inocua y no se refiere a ellos, pero la inseguridad y violencia crecen, la economía no despega, el desempleo condena a cientos de miles, los medicamentos faltan y la ineptitud dificulta cualquier solución.

Quieren dirigir la indignación hacia el pasado para eludir responsabilidades y ganar tiempo, ése que no tienen infinidad de personas a las que ya les llegó el agua al cuello, que han agotado sus ahorros, que no tienen para pagar préstamos, que hipotecaron su casa, que lidian sin medicinas contra enfermedades crónicas, que no pueden caminar tranquilas ni por su propio barrio, que les exigen cobro de piso, que no encuentran trabajo por más que lo buscan.

En el sexenio anterior el país no tocó fondo y lo peor es que sigue cayendo. El Presidente es bueno para distraer con juegos de artificio, imponiendo su agenda a la opinión pública, pero ni su narrativa épica ni sus descalificaciones a la oposición ni sus puyas a la prensa libre ni sus provocaciones contra intelectuales ni sus rifas extravagantes resuelven las apremiantes necesidades de la población, a la que se le ha exigido más de la cuenta y está en el límite.

Es verdad que los sectores ilustrados de la clase media que apoyaron a Andrés Manuel López Obrador en 2018 ahora lo castigaron votando a la oposición y por eso han sido blanco de inventivas presidenciales durante las tres semanas transcurridas desde los comicios, pero las clases populares no la han pasado mejor. Al contrario, 10 millones de nuevos pobres indican la difícil situación que están viviendo. Los problemas ahí pegan más fuerte porque las alternativas son pocas y las redes de protección precarias.

La retórica e ideología oficial cultivan el resentimiento contra los adversarios políticos del régimen, pero no alivian las crecientes penurias de la población. Muchas personas que los requieren no reciben programas sociales, perdieron los que antes recibían y/o se quedaron volando al desaparecer el Seguro Popular. Las transferencias en efectivo no están debidamente focalizadas porque su sentido es electoral y provocan dependencia sin sacar a nadie de la pobreza. Además, si la situación económica no mejora y se atraen las inversiones que hoy están espantando, en poco tiempo su financiamiento se complicará, tal y como ha ocurrido en otros países.

La discusión pública podrá mantenerse alrededor de la mañanera, pero la cruda realidad seguirá siendo terrible para millones de personas y más temprano que tarde irrumpirá con fuerza en el escenario. La comunicación política del gobierno federal es una ficción delirante en un país con creciente deterioro en todos los órdenes. Hay un abismo entre la épica transformadora que sostiene el Presidente con pura saliva y lo que padecen las personas de carne y hueso. Es como si en el Ángel presenciáramos la celebración por la victoria de un equipo que en la cancha fue goleado.

El sentido común indica la necesidad de enfrentar tanta adversidad en unidad, pero el gobernante insiste en polarizar porque su objetivo es definir la lucha por el poder desde el poder y con el uso del aparato estatal. Mientras él no deja de hacer campaña para promover el culto a su personalidad y estigmatizar a quienes no se someten, el país se le deshace entre las manos. Ante el agravamiento de los problemas, la respuesta es aumentar distractores. Ahora el Presidente mostrará las fake news de la semana, aunque no hay mayor surtidor de mentiras que las conferencias matutinas que encabeza. SPIN, taller de comunicación política dirigido por Luis Estrada, ha contabilizado más de 55 mil afirmaciones engañosas en ese ejercicio de propaganda gubernamental.

Pero lo de menos es el cinismo de reclamar el monopolio del mentir, lo verdaderamente grave es que no hay rumbo ni plan para enfrentar con éxito las profundas crisis que azotan a México. Ninguna de ellas se va a solucionar con demagogia y millones de mexicanos no pueden seguir esperando, entre ellos los niños con cáncer. El tiempo apremia.

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