Extremos
El fascismo promueve una ideología supremacista que promete el retorno a un pasado esplendoroso si la sociedad es protegida y purificada de razas, religiones, personas, prácticas e ideas que considera degradantes. Sus consecuencias han sido terribles para la humanidad.
En ocasiones, los obsequios llegan de quien menos se espera. Justo cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador había perdido el centro y su confrontación con la clase media parecía irreversible, senadores del principal partido de oposición se reúnen con el dirigente de la extrema derecha española para firmar un documento que se plantea detener al comunismo. Con ello espantaron a no pocos de los espantados con el extremismo populista de la “4T".
Es verdad que, al margen de la forzada reminiscencia anticomunista de la Guerra Fría, el texto contiene algunas nociones liberales y democráticas, pero el mensaje no puede desvincularse de quienes promueven desde España la Carta de Madrid, lo que representa el polémico visitante de ese país que atestiguó la firma, así como algunos inflamados conceptos nacionalistas que denotan nostalgia imperial como iberósfera.
El régimen aprovecha lo ocurrido, pues le da pie para etiquetar a sus adversarios de “fascistas”, recurso muy socorrido por el populismo autoritario que se dice de izquierda. Denuncian la intolerancia ajena para distraer de la propia y hacerse pasar por demócratas sin serlo. Ante el sopor que ya genera el espantapájaros neoliberal, a López Obrador le cae de perlas que cobre cuerpo el de la extrema derecha. ¿Cómo no va a querer que sigan viniendo a México representantes del neofascismo europeo a reunirse con la oposición?
Pero, en realidad, el contraste ideológico no alcanza a ocultar las semejanzas. Vox y Morena son partidos que crecieron por la indignación antisistema y el desgaste de la democracia liberal. Comparten la exaltación del nacionalismo, la polarización como estrategia, la intolerancia frente al disidente, el sentimiento de superioridad moral y la religión como instrumento proselitista.
Cabe aclarar que, en el caso del populismo mexicano, la relación no es con el catolicismo realista, sino con grupos evangélicos vinculados a los que respaldan a Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil. No en balde López Obrador fue postulado e hizo alianza legislativa con el PES, cuya agenda antiderechos es idéntica a la de la ultraderecha española que visitó el Senado, y miembros de las iglesias que ese partido representa reparten casa por casa La cartilla moral.
Lo peor de la doble moral se ve en las fronteras. Si algo ha hecho crecer a la extrema derecha en Europa y Norteamérica es la fobia contra la migración indocumentada. La política antiinmigrante de México la impuso Trump después de amenazar con imponer aranceles. Desde entonces, miles de militares persiguen, reprimen y detienen migrantes pobres que quieren seguir el camino de muchos mexicanos que van a EU buscando las oportunidades y la seguridad que no encuentran en su patria. Las desgarradoras escenas que hemos visto de la Guardia Nacional sometiendo familias haitianas es el trato que exige Vox en España para los africanos. Así está la esquizofrenia: el oficialismo obradorista se desgarra las vestiduras por planteamientos extremos que el gobierno que respaldan está llevando a la práctica.
El fascismo promueve una ideología supremacista que promete el retorno a un pasado esplendoroso si la sociedad es protegida y purificada de razas, religiones, personas, prácticas e ideas que considera degradantes. Sus consecuencias han sido terribles para la humanidad. Acercarse a eso no sólo es aberrante, es un error político que permite al populista autoritario parecer el mal menor frente a sectores ilustrados que lo están abandonando.
La construcción de la alternativa a la 4T debiera partir de recuperar lo que este régimen está despreciando: la democracia, las libertades, la pluralidad, la tolerancia, la inclusión, el conocimiento, el Estado de derecho. En lugar de correrse al extremo, hay que ganar el centro. Eso sí suma. La división opositora juega a favor de la continuidad.
No niego que el respaldo del gobierno y su partido a dictaduras como Venezuela, Nicaragua o Cuba debiera ser igual de escandaloso que el encuentro en el Senado con Vox; pero eso no es consuelo ni pretexto para radicalizarse. Los mexicanos merecen tener una opción democrática viable en 2024 y no un par de extremistas en la boleta.
