Ernestina Godoy y la muerte lenta

Se volvió a constatar con la primera ministra designada directamente por el Ejecutivo que quedaron atrás las “cuotas y cuates”, dando paso a militantes de partido y/o familiares del primer círculo presidencial

Fue control de daños, pero a la inversa. Lejos de cuidar a su correligionaria, la expusieron, evidenciaron y prolongaron su agonía. No saber perder acaba haciendo más grande y dolorosa la derrota, algo de sobra conocido, lo extraño es que hayan sido sus propios compañeros quienes la subieron al ring sin tener posibilidades de ganar; luego ensuciaron la sesión y violaron la ley para dejar en suspenso el inevitable desenlace. Además de hacer evidente que no cuentan con los votos para reelegir a Ernestina Godoy como fiscal de la CDMX –dos tercios de los diputados presentes–, enseñaron el cobre.

La mayoría oficialista decidió cuándo se definiría la ratificación, agendándola en el orden del día; sin embargo, a la mera hora optaron por sabotear la discusión y evitar que se votara. No se percataron que el tema atrajo la atención nacional y tenían todas las miradas encima; sólo así se explica que no hayan cuidado las formas y protagonizaran un espectáculo grotesco, presumiendo ínfimo nivel de debate, agotándose el tiempo y mayoriteando para concluir la sesión con el punto inconcluso.

En un patético soliloquio de facción, se preguntaban y aludían entre ellos mismos para monopolizar la tribuna y no permitir a la oposición siquiera fijar postura. Así estuvieron durante seis horas, alternando la alabanza cursi a la fiscal con el ataque rabioso a los disidentes sin recurrir, aunque sea por error, al argumento. El papelón que hicieron con tan burda estrategia resultó contraproducente, no engañaron a nadie. Quedó descubierta la chicana, hicieron del dominio público que no les daban los números y, para colmo, exhibieron la forma rupestre, tramposa y autoritaria con la que se manejan en el Congreso local.

La derrota no es sólo de la fiscal carnal, también y especialmente de la exjefa de Gobierno y actual candidata oficial Claudia Sheinbaum. Ella hizo a Ernestina Godoy procuradora y promovió el cambio a la Constitución de la CDMX para que pudiera ser la primera fiscal, aunque había fungido como coordinadora de Morena en esa misma legislatura. Después logró aprobar la llamada Ley Godoy sin permitir la entrada al recinto de los diputados de oposición, la cual es un traje a la medida pensado para facilitar la reelección. Se entiende, con ella tendría cubiertas las espaldas, garantizando impunidad transexenal a su administración.

Lo que quedó claro es que Sheinbaum representa la continuidad autoritaria. La autonomía constitucional de la fiscalía no es tal si la titular obedece al gobernante y actúa con criterios políticos. La todavía fiscal es fundadora de Morena, trabajó como directora de Gobierno en Iztapalapa con Clara Brugada y el Presidente presume su cercanía con ella. Su labor está marcada por escándalos que se explican precisamente por sus estrechos vínculos con el grupo en el poder.

El régimen desprecia la neutralidad institucional y la imparcialidad en todos los niveles y ámbitos de la administración pública, así se trate del Poder Judicial, la procuración de justicia o los órganos autónomos. Godoy es ejemplo de ello, lo mismo quien encabeza la CNDH, y se volvió a constatar con la primera ministra designada directamente por el Ejecutivo: Lenia Batres confirma que quedaron atrás las “cuotas y cuates”, dando paso a militantes de partido y/o familiares del primer círculo presidencial. Lo dicho, la enseñanza de este sexenio es que siempre se puede estar peor y caer más bajo.

Para efectos prácticos y mediáticos, Ernestina Godoy ya fue rechazada por el Congreso y dejarla formalmente viva es condenar su aspiración a una muerte lenta, con desgaste continuo y permanente. Apostar al madruguete en un periodo extraordinario sería impugnable, pues el tema ilegalmente se dejó abierto en el ordinario, pero al margen de ello sólo lograrían amplificar, otra vez, su previsible derrota. Y, si llegaran a salirse con la suya, la carnalísima fiscal se quedaría sin un gramo de legitimidad. Seguramente el 10 de enero las víctimas, los capitalinos y la oposición celebrarán por el fin de su encargo, lo cual sería irreversible. Por evitar el inminente descalabro en el pleno, perdieron una y otra vez. Ahora sí que “no me ayudes, compadre”.

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