El último año

El presupuesto dice más que mil palabras. Se trata del mayor gasto de la historia, más de nueve billones de pesos, con deuda de casi dos billones y, sin embargo, recortan en 13 mil millones de pesos los recursos de un Poder independiente y de órganos autónomos no ...

El presupuesto dice más que mil palabras. Se trata del mayor gasto de la historia, más de nueve billones de pesos, con deuda de casi dos billones y, sin embargo, recortan en 13 mil millones de pesos los recursos de un Poder independiente y de órganos autónomos no sometidos. Es verdad que desde el primer año vimos las prioridades electorales del régimen, a costa de la degradación de capacidades institucionales, pero nunca de manera tan descarada como en el año de la sucesión que se avecina.

La traída austeridad es un mito propagandístico del sexenio. Lo que hemos visto es la concentración de recursos en obras insignia y programas sociales, algunos valiosos, pero pervertidos por el control clientelar de los servidores de la nación; por lo mismo, no están focalizados para combatir con efectividad la pobreza. Para eso ha servido más el aumento al salario mínimo acordado en el T-MEC por la presión de los sindicatos norteamericanos que las actuales políticas redistributivas, a excepción del exitoso apoyo a los adultos mayores que se da desde el gobierno de Vicente Fox.

Es notoria la venganza contra las instituciones que mantienen márgenes de autonomía respecto al Ejecutivo, pero en ello también hay cálculo. Debilitar a las autoridades electorales contribuye a operar impunemente la elección de Estado que están implementando con descarado cinismo. Y aunque es muy pernicioso debilitar al Poder Judicial teniendo tan menguado Estado de derecho, se manda con nitidez el mensaje de que la independencia tiene costos y que lo único admisible es la abyecta docilidad que privaba con el anterior presidente de la Corte.

Se gastaron 350 mil millones de pesos en cancelar un aeropuerto que seguimos pagando y, en su lugar, ampliar uno militar que no resuelve el problema del espacio aéreo y que la mayoría de los viajeros se rehúsa a usar. La refinería de Dos Bocas se aproxima a triplicar lo proyectado originalmente y, si bien le va, acabará costando 450 mil millones de pesos. Peor aún, el ecocida Tren Maya, que podría llegar a quintuplicar su costo, pues presupuestaron 120 mil millones y ya le han asignado 500 mil millones de pesos. Estamos hablando de 1.3 billones de pesos derrochados que no se recuperarán.

Para colmo, los controles para prevenir la corrupción se han distendido. No sólo es la inquina contra el Inai, el Sistema Nacional Anticorrupción está incompleto y atrofiado, la opacidad se volvió la regla y la discrecionalidad del manejo de la hacienda pública regresó a niveles del siglo pasado. Por eso no extraña que las asignaciones directas estén en su nivel más alto y que, por primera vez en décadas, los montos otorgados sin licitación sean mayores que los que se concursan.

El Ejecutivo justifica la extinción del Fonden para fondear el Tren Maya y alega que no faltarán recursos para la reconstrucción de Acapulco. Pero en la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados no asignaron ninguna partida para hacerle frente a la emergencia, los insuficientes 61 mil millones son, hasta el momento, pura saliva. Así como se quiere dejar el endeudamiento y los elevados compromisos presupuestales a la próxima administración, también el gigantesco paquete de rediseñar y sacar a flote al puerto. Que el de atrás pague la cuenta y nada interfiera con el único propósito que importa en Palacio Nacional: ganar a como dé lugar la elección presidencial.

Pero olvidarse del Estado y sus funciones para centrarse en los comicios está pasando facturas. El creciente empoderamiento económico, político y territorial del crimen organizado desgarra el tejido social, desplaza a decenas de miles de personas y aumenta la percepción de inseguridad. Eso y la falta de certeza jurídica desincentiva la inversión productiva y desaprovecha, en buena medida, las grandes oportunidades abiertas por el nearshoring y que no permanecerán mucho tiempo. La educación y la salud pasan por crisis estructurales que comprometen el futuro del país y su viabilidad.

En el último año, tirarán la casa por la ventana para mantenerse en el poder, pero el voto de castigo por las promesas incumplidas y la inocultable descomposición en distintos ámbitos será colosal. La moneda está en el aire.

Temas: