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El contrapeso incómodo

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

Nuestros poderosos vecinos del norte siempre han influido en nuestro país, pero el perfil de los personajes que hoy encabezan ambas naciones y la forma en cómo se plantean los diferendos y se resuelven resulta novedoso. Se dice que en política no hay sorpresas sino sorprendidos y, sin embargo, pocos hubieran imaginado una relación tan amistosa entre un vociferante empresario antiinmigrante y un líder social nacionalista.

Aunque Donald Trump no conoce personalmente a Andrés Manuel López Obrador, le dispensa consideraciones y palabras obsequiosas, quizá como a ningún otro mandatario del planeta. La amistad se celebra, pero no alcanza a ocultar la asimetría hecha valer sin resistencias, lo que parece explicar tanta simpatía hacia quien en campaña amagaba con contestarle cada tuit en sus propios y soeces términos.

El mandatario norteamericano ha dejado por escrito su técnica para conseguir lo que quiere, basada en amedrentar a la contraparte para que acepte sus condiciones. Como si hubiera querido ejemplificar desde la Presidencia su libro, El arte de la negociación, amenazó con aranceles para que México recibiera, contuviera y persiguiera migrantes sin documentos que planean residir en Estados Unidos.

Lo obtuvo todo: decenas de miles de solicitantes de asilo han sido regresados a nuestro país para que aquí esperen sus audiencias y fallos y casi 30 mil efectivos de la Guardia Nacional han sido desplegados en ambas fronteras para detener migrantes, a quienes, al principio del presente gobierno, Andrés Manuel López Obrador, les ofreció discursivamente trabajo para venir y asentarse. En los hechos ya somos Tercer País Seguro o peor aún, El muro de Trump.

Los costos humanitarios y las violaciones a derechos humanos son mayores, pero se conjuró temporalmente el daño al libre comercio, en cuya defensa se aplicó la “4T con un fervor que envidiarían los neoliberales más ortodoxos".

Sin pagar ningún costo, se le otorgó una victoria política a Trump en un tema que se perfila central para su campaña del próximo año. No por nada le gusta reiterar que nuestro Presidente hace más que los miembros del Partido Demócrata para detener la “migración ilegal”.

Queriendo o sin querer, México ya está metido en el proceso electoral norteamericano de lado de la reelección, aunque el candidato tenga una grosera retórica antimexicana. De alguna manera es masoquismo reincidente, pues algo similar ocurrió cuando Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray le organizaron al mismo abanderado del Partido Republicano un evento proselitista en Los Pinos.

El camino volvió a recorrerse con la amenaza de catalogar a los cárteles mexicanos como “organizaciones terroristas”. La pavorosa masacre que sufrió la binacional familia LeBarón dio pie a la administración Trump para amagar con encargarse de perseguir a los perpetradores y otros criminales igualmente desalmados en territorio mexicano. Es inimaginable que el procurador de Estados Unidos, William P. Barr, se haya ido tranquilo con la retórica de los abrazos y los programas sociales, mucho menos con la prédica moral que asegura que “el mal no se combate con el mal”. Las concesiones en materia de cooperación para combatir a los cárteles debieron ser a la carta y las agencias norteamericanas seguramente tendrán en adelante un papel preponderante.

Ya nos enteraremos, Donald Trump está en campaña y no perderá oportunidad para presumir lo conseguido y su incidencia en el gobierno mexicano. Y de alguna manera le asiste razón, pues López Obrador insistía en mantener su estrategia “humanista” de no confrontar a las organizaciones del crimen organizado, a pesar del récord de asesinatos y feminicidios en su primer año de gobierno. La evidencia nos dice que un tuit de Trump pesa más en el ánimo presidencial que la oposición y la opinión pública.

En el afecto mutuamente profesado no todo es cálculo, las identidades son tan notorias como las diferencias. Ambos mandatarios se ven como parteaguas históricos, polarizan arremetiendo contra sus adversarios, son intolerantes a la crítica, hostigan a la prensa libre que los cuestiona y son proclives a mentir e inflamar a sus seguidores con propaganda. Son hijos de un mismo tiempo.

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