Descolocados
En contraste con las corcholatas, que ni siquiera pueden aludirse y no compartirán foro de discusión, los prospectos para encabezar la oposición debatirán con libertad y, por los perfiles que se vislumbran en las diversas etapas, el alto nivel en el contraste de las ideas está garantizado.
El éxito del método de la oposición se constató en la agenda pública. Por primera vez en el sexenio, la discusión mediática y digital no fue dirigida desde Palacio Nacional durante toda la semana y es muy posible que eso deje de ser excepción. Frente a los soporíferos recorridos de las corcholatas, que se esfuerzan por imitar y complacer al gran elector, la atención se dirigió hacia el camino inédito de un proceso democrático, acordado entre tres partidos y sociedad civil, echado a andar a trompicones por la complejidad de la negociación que llevó las cosas al límite del plazo que los dirigentes se habían puesto.
Pero no solo se debió a la novedad de abrirse a la participación de los ciudadanos en la organización, observación y definición, tampoco a las dudas y lagunas de información acrecentadas por dar a conocer el procedimiento antes de nombrar al Comité Organizador, ni siquiera por el morbo noticioso de los encartados que se bajan, así como de las razones que arguyen, sino también por dos fenómenos, uno predecible y otro inesperado.
Por una parte, el fin de sexenio está a la vista y la centralidad del Presidente decae inexorablemente junto con su poder, aunque resista y recurra a artilugios para conservarlo íntegro. Lo que sí no podía saberse, aunque no pocos la consideraban desde hace tiempo como una buena opción y, por lo mismo, la animaban, fue la irrupción telúrica de Xóchitl Gálvez en la contienda.
Para retomar el control de la agenda, López Obrador quiso frustrar mediáticamente el proceso opositor, adelantando el resultado para quitarle el ingrediente de expectación conocido como incertidumbre democrática. Afirmó que daría a conocer el nombre de quien, según él, ya había decidido la “oligarquía”, pues dice que se trata de una simulación. Además de que escupe al cielo sin esconder siquiera el dedo con el que destapará a la corcholata favorita, adelantó primero que el “bloque conservador” postularía a un varón, pero luego reculó señalando a Xóchitl, no obstante el desparpajo con el que asegura que ya lo sabía desde hacía 15 días.
Más allá de la flagrante y reiterada violación a la neutralidad que obliga la Constitución, el Presidente usa recursos públicos y el poder de su investidura para apuntalar la narrativa oficial que, contra toda evidencia, establece que su lucha es la del pueblo contra un alucinante “supremo poder conservador” que, en su delirio, comanda Claudio X. González. Por eso la obsesión de los propagandistas del régimen por negar la identidad indígena de la senadora Gálvez y denunciarla como un peón de poderes oscuros, pero el racismo y misoginia que mostraron en ese intento se les revirtió, convirtiéndose en sus promotores involuntarios.
Lo que no cuentan es que el insólito proceso hablará por sí mismo. Antes de llegar a la votación de la ciudadanía, los aspirantes harán un intenso ejercicio de deliberación pública. En contraste con las corcholatas, que ni siquiera pueden aludirse y no compartirán foro de discusión, los prospectos para encabezar la oposición debatirán con libertad y, por los perfiles que se vislumbran en las diversas etapas, el alto nivel en el contraste de las ideas está garantizado. Santiago Creel, Enrique de la Madrid, Beatriz Paredes, José Ángel Gurría, Francisco García Cabeza de Vaca, Ildefonso Guajardo, Silvano Aureoles, Miguel Ángel Mancera y, por supuesto, la ya mencionada Xóchitl Gálvez, son buenos polemistas y poseen prestigio y capital político. Será una competencia sin comparsas.
Como la última palabra la tendrán los ciudadanos que se inscriban en el padrón, es normal que haya pronósticos sobre el resultado a favor de quien despunta en la sociedad. Hay altas probabilidades de acertar porque no se trata de una tómbola, sino de un procedimiento abierto y verificable en el que los competidores no parten de cero.
Si las urnas confirman el triunfo de Xóchitl, el Presidente dirá que él ya lo había predicho y, si se equivoca, se justificará diciendo que “arriba” cambiaron su decisión. Pero así como hay quienes le creen a pie juntillas, así diga el peor de los absurdos, muchos mexicanos ya están vacunados contra la demagogia populista. La moneda está en el aire y viene lo mejor.
