De Gertz Manero a Lorenzo Córdova

El fiscal persigue opositores, buscando que se les encarcele mientras investigan si son ciertas las delirantes acusaciones de un testigo que, para gozar de excesivos privilegios, dijo lo que querían escuchar sus benefactores.

Hay de autonomías a autonomías. Para decirlo con mayor claridad, hay quienes la ejercen y también quienes renuncian a ella, a pesar de que la ley se las otorga. Ser o no ser, de eso depende el trato que les dispense el Presidente y, por lo mismo, sus allegados y seguidores.

Eso explica que, pese a los escándalos que arrastra, Alejandro Gertz Manero goce del respaldo reiterado del mandatario, mientras Lorenzo Córdova, no obstante haber sacado avante el proceso electoral más grande y complejo en la corta historia de la amenazada democracia mexicana, sea objeto de injustas descalificaciones y, recientemente, víctima de un intento fallido de la mayoría oficialista por lincharlo moralmente en la Cámara de Diputados.

El fiscal persigue opositores, buscando que se les encarcele en lo que investigan si son ciertas las delirantes acusaciones de un testigo que, para gozar de excesivos privilegios, dijo lo que querían escuchar sus benefactores. Si Emilio Lozoya perdió la libertad que graciosamente le concedieron durante más de un año fue por el escándalo que se generó al verlo comer pato en lujoso restaurante, gracias al periodismo de Lourdes Mendoza.

Ricardo Anaya exhibió graves inconsistencias, contradicciones, absurdos y mentiras de los dichos de Lozoya, incluso la FGR dejó constancia en la audiencia de éste que no había entregado las pruebas que se había comprometido a aportar, pero la consigna es meter al ex candidato presidencial a la cárcel con un juez afín que admita probable responsabilidad y determine que hay riesgo de fuga. Así ha sido el modus operandi de la persecución política en este gobierno, pervirtiendo la figura de prisión preventiva que, como bien lo ha explicado el ministro Arturo Zaldívar, tendría que ser excepcional, pues en un régimen democrático lo que debe prevalecer es la presunción de inocencia.

Pero el lamentable espectáculo del abuso de poder no trae consecuencias a quien sigue instrucciones. Basta con quedar bien con la persona más poderosa del país para no preocuparse de la rendición de cuentas.

En cambio, cumplir con la alta responsabilidad constitucional asumida puede ser motivo de conflicto y hostilidad si eso choca con los intereses facciosos del titular del Ejecutivo. El acoso al INE y, en particular, contra su presidente Lorenzo Córdova y el consejero Ciro Murayama, no obstante que se trata de una institución que resuelve sus asuntos de manera colegiada entre sus 11 miembros que lo conforman, es la respuesta por no someterse a la voluntad presidencial.

El patético espectáculo que dio la mayoría vociferante en San Lázaro durante la comparecencia de Córdova es sintomático, aunque el tiro les haya salido por la culata. En lugar de discutir el presupuesto solicitado, los diputados de Morena y PT mostraron el cobre, comportándose como provocadores. Se centraron en el salario de los consejeros, aunque la ley autoriza sus ingresos previos –asunto que además se dirime en la SCJN– y en el despropósito de querer confrontar a Lorenzo con la memoria de su padre Arnoldo, aun cuando éste fue promotor de la democracia y defensor de la división de poderes, precisamente lo que hoy está en riesgo con la restauración autoritaria en curso.

El fiscal ha sido con sustento señalado por usar su cargo para inclinar litigios a su favor, incluso para resolver disputas familiares, así como para perseguir científicos disidentes de la directora del Conacyt, quien le creó una comisión ad hoc para concederle el nivel más alto del SNI (Sistema Nacional de Investigadores), no obstante las evidencias de plagio en sus trabajos. El presidente del INE mantiene una buena fama pública, no obstante las campañas de desprestigio lanzadas desde las conferencias mañaneras. Pero el primero es dócil y obediente a López Obrador y se presta a sus venganzas, mientras el segundo cumple con la Constitución y se esmera por ser árbitro imparcial.

El tema de fondo es si la autonomía sirve como contrapeso y garantía para el ejercicio de derechos y goce de libertades o es mero florero para simular y ocultar, así sea sin éxito, la mano que mece la cuna.

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