De Chico Che a Juan Escutia

Lo que está en cuestión es si se cumple o no el tratado, asunto técnico –no ideológico– que se va a dilucidar, si no se llega a un acuerdo, en panel de tres expertos

La puntada tuvo la viralidad esperada y el mensaje traspasó fronteras. El Presidente fue, por demás, elocuente al dejar en claro que las consultas iniciadas por Estados Unidos y Canadá, respecto al incumplimiento del capítulo energético del T-MEC por parte de México, lo tenían sin cuidado. Poner en la mañanera el video musical de su finado paisano Chico Che, cantando a ritmo de cumbia “¡uy, qué miedo, mira cómo estoy temblando!”, despejó cualquier duda de la nula importancia que le merecía el diferendo.

Lo bueno es que la frívola provocación con la que ninguneó el proceso que podría afectar gravemente las exportaciones del país tuvo corta vida. Lo malo es que se fue hasta el otro extremo, amagando con escalar el conflicto y tomar una ruta sin retorno. En un día pasó de la burla sardónica del perdonavidas arrogante a la alerta histérica del nacionalista trasnochado. El exceso de confianza dejó súbitamente su lugar al airado temor por lo que podría resolver una instancia que escapa de su control, al grado de anunciar que fijará posición el 16 de septiembre en el Zócalo, durante el desfile militar que conmemora la Independencia.

La improvisación camina en zigzag, pero tiene una lógica que la explica. En ambos casos brilló por su ausencia el meollo del problema. Lo que está en cuestión es si se cumple o no el tratado, asunto técnico –no ideológico– que se va a dilucidar, si no se llega a un acuerdo, en panel de tres expertos, uno de ellos imparcial, con el texto en la mano. No es que López Obrador piense que el diferendo comercial se va a resolver mediante presión política, es que quiere aprovechar el tema para inflamar ánimos nacionalistas en la población, en momentos en que la economía no crece, pero sí la pobreza, la inflación y la inseguridad.

La guía fundamental del gobierno federal es la comunicación y todo se subordina a las necesidades de la propaganda que rinde culto a la personalidad del gobernante. El problema es que la retórica compromete y el mandatario ya adelantó que no va a ceder y que va a atrincherarse en la plaza pública. Las compensaciones arancelarias por el incumplimiento en materia energética podrían llegar a 30 mil millones de dólares y responder unilateralmente con impuestos recíprocos a importaciones, arriesgaría la vigencia del tratado.

Ir a la confrontación comercial al margen de las reglas establecidas sería un suicidio económico, pero no debe descartarse si se insiste en vincular la “transformación” al lugar de la historia que el líder del movimiento ha decretado para sí mismo. Ver el conflicto como oportunidad para emular a Lázaro Cárdenas, abstrayéndose de las enormes diferencias, puede ser tentador para quien ve réditos electorales en la apropiación megalómana de los hitos históricos.

No olvidemos que el mandatario mexicano ha hecho suya la narrativa de la dictadura cubana, que culpa de todos los males y carencias de la población al embargo que llaman bloqueo. El enemigo externo usado para exonerarse de los fracasos y exacerbar el nacionalismo que da licencia a la arbitrariedad. El objetivo último es mantener el timón, aunque se hunda el barco.

Cuando Donald Trump amenazó con imponer aranceles ilegales, López Obrador se apresuró a aceptar todas sus condiciones, las cuales no habían sido acordadas en ningún lado. Le impusieron a México una política antiinmigrante que no decidió soberanamente. En cambio, el T-MEC fue negociado con la presencia de un representante suyo y ratificado por el Senado que controla su partido, el cual incluye los mecanismos de solución de controversias que se están aplicando.

Lo que conviene a México es el cumplimiento del tratado para poder exigir lo mismo a nuestros poderosos socios. Además, con ello se promovería la transición energética con sus beneficios ambientales, se incentivaría la inversión, se reducirían costos a los consumidores y se prevendrían apagones. Fortalecer con ventajas discriminatorias a monopolios estatales onerosos e ineficientes sólo beneficia al grupo en el poder. Recurrir al patrioterismo ramplón para justificar violaciones al T-MEC y a la Constitución acabaría por sumir al país en la crisis. No se debería jugar con eso.

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