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AMLO en Washington

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

El pretexto es tan malo que hasta ofende. Para México el T-MEC ha sido “de lo perdido lo que aparezca”. Se tuvo que negociar a la baja y luego renegociar cediendo aún más porque Donald Trump llegó al cargo haciendo campaña antimexicana, asegurando no sólo que los paisanos que cruzan la frontera son “criminales y violadores”, sino también que nuestro país abusaba del suyo con el TLCAN.

El interés electoral de vender optimismo ante la crisis llevó al gobierno de López Obrador a celebrar como propio el éxito de la administración de Peña Nieto, la cual rescató lo que pudo del anterior tratado, atribuyéndole beneficios providenciales que está lejos de tener.

Es mejor eso que nada, sin duda, pero es poco decoroso festejar la pérdida de ventajas comparativas en la Casa Blanca, premiando la retórica xenófoba y nativista que nos obligó a ello.

Pero lo más grave no es participar de una celebración incómoda por rectificar supuestos abusos comerciales, sino el claro objetivo del encuentro, el cual tratan de negar sin lograr que alguien les crea. No hay manera de ocultar la intención del presidente Trump de utilizar la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador para su campaña por la reelección. Es más, es lo único que la puede explicar.

En vano presionaron al Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, para que los acompañara y la puesta en escena tuviera credibilidad. Y eso que Trump no ha ofendido a los canadienses de la manera que lo ha hecho con los mexicanos, ni de cerca, aunque es verdad que ha tenido roces con el mandatario de su vecino del norte porque aquel no ha sido tan dócil como el del sur.

El tema es que entrometerse en las elecciones de la superpotencia es una apuesta arriesgada y hacerlo a favor de quien hace campaña bulleando a México parece un despropósito difícil de justificar, como pudo constatarse cuando Enrique Peña Nieto invitó al candidato republicano a Los Pinos.

López Obrador se dice muy agradecido con el presidente norteamericano por una victoria pírrica en la OPEP —Estados Unidos asumió trescientos mil barriles de reducción que correspondían a nuestro país cuando producirlos no era costeable— y unos ventiladores. Favores que palidecen frente a los agravios.

Trump amenazó a México con aranceles ilegales si no detenía la migración hacia EU de este lado de la frontera. El gobierno de la 4T desestimó cualquier alternativa a la capitulación, aunque se podía responder en el ámbito comercial, legislativo y judicial de aquel país, y asumió de inmediato la política migratoria de la Casa Blanca. Desplegó a la Guardia Nacional para contener, perseguir, detener y deportar migrantes, y se recibieron a decenas de miles de solicitantes de asilo, teniéndolos hacinados y en condiciones deplorables en lo que resuelven sus juicios.

Hay que agregar que Trump insiste en construir el Muro, perseguir connacionales y deportarlos en caliente; promover la discriminación y el racismo, ser empático con el supremacismo blanco y en descalificar las protestas contra el abuso policiaco hacia las minorías raciales, escaladas por el asesinato de George Floyd.

En su libro Oye, Trump, AMLO aseguraba que como presidente respondería a ello con base en principios, lo cual ya se le olvidó, al grado de acudir a Washington a un evento que beneficiará electoralmente a su anfitrión.

¿Alguien tiene duda de que Trump va a jactarse de que su amigo mexicano le hace el trabajo de detener migrantes y que el nuevo tratado es el reconocimiento de que México abusaba comercialmente de los Estados Unidos hasta que llegó él a corregirlo?

Ambos mandatarios, no obstante sus evidentes diferencias, tienen también importantes semejanzas: intolerancia a la crítica, rijosidad contra la prensa libre, megalomanía, tendencia a mentir, polarizar como estrategia de comunicación. Sin embargo, el primer viaje de AMLO fuera del país no se entiende por simple simpatía.

John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional, asegura, en su reciente libro, que le cuesta imaginar una sola decisión de Trump que no respondiera a su intención de reelegirse. AMLO también tiene sus cálculos electorales. Ahí está la clave de esa sorprendente amistad. Pero a México le convendría el triunfo de Joe Biden.

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