AMLO bolivariano
Pero qué necesidad. El presidente Andrés Manuel López Obrador dio la razón a sus detractores en nombre de un objetivo por demás improbable y, como podía esperarse, el tiro le salió por la culata. No sólo mostró afinidad ideológica con el eje dictatorial de la ...
Pero qué necesidad. El presidente Andrés Manuel López Obrador dio la razón a sus detractores en nombre de un objetivo por demás improbable y, como podía esperarse, el tiro le salió por la culata. No sólo mostró afinidad ideológica con el eje dictatorial de la región, Cuba-Venezuela-Nicaragua, sino que además se quedó prácticamente solo con ellos en la ocurrencia de sustituir la OEA por otro organismo. Enseñó el cobre para nada o mejor dicho, por enseñarlo se saboteó a sí mismo.
A los jefes de Estado se les tiene que tratar como tales, con independencia del tipo de régimen que representen. Es parte de la diplomacia. Pero lo que se hizo con el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, fue más allá de eso. Previo a la reunión de la Celac lo hicieron invitado de honor al desfile de la Independencia, al grado de ser el primer mandatario extranjero que participa como orador en dicha celebración.
Por si fuera poco, el anfitrión mexicano convirtió el evento patrio en un acto de respaldo al régimen cubano, pues decidió que era un buen foro para demandar a Estados Unidos el fin del bloqueo que, en realidad, es embargo sin decir palabra de los presos políticos en la isla. Con esas excesivas deferencias al Presidente que pidió a sus seguidores salir a la calle para enfrentar con violencia a quienes se estaban manifestando el pasado 11 de julio y que tiene encarcelado a cientos de sus participantes, entre ellos menores de edad, López Obrador minó la cumbre que tenía al día siguiente.
En ese mismo sentido jugó el sorpresivo arribo de Nicolás Maduro, quien confirmó su presencia a última hora. Su gobierno es cuestionado por buena parte de la comunidad internacional, debido a que fue “electo” en un proceso sin garantías democráticas ni siquiera tuvo contrincante. Precisamente por esa crisis política hay pláticas entre el gobierno de facto y la oposición venezolana en México. El otro impresentable dictador, Daniel Ortega, al menos tuvo la prudencia de no apersonarse.
El bolivarianismo polariza a América Latina y los acuerdos requieren del consenso entre países cuyos gobiernos tienen ideologías distintas, cuando no contrapuestas. Al cargarse abiertamente hacia ese bloque que, además de las tres dictaduras expuestas, incluye a Bolivia, Argentina y Perú, pagó México el precio del desaire de los mandatarios de Chile y Colombia —Brasil ya se había distanciado del organismo—, así como el deslinde explícito de los de Uruguay, Paraguay y Ecuador que se dieron el lujo de dar cátedra sobre democracia, derechos humanos y ejercicio de libertades por parte de la oposición en sus países, llevándose la nota por sobre los acuerdos que, ya en el papel y sin financiamiento establecido, quedaron en simples buenos deseos; muy por debajo de las expectativas generadas por la cancillería.
Durante muchos años, López Obrador se resistía a ser ubicado en esa tendencia y le gustaba repetir que no conoció a Hugo Chávez. Ahora que con desparpajo sale de ese clóset populista va a ser difícil que en delante no lo metan en el mismo costal.
¿Por qué darles a sus opositores ese flanco, sabiendo que ahí lo querían ver? ¿Está pagando facturas a quienes le ayudaron en campaña? ¿Quiere amagar a Estados Unidos con articular el bloque bolivariano para que lo dejen de presionar con el cumplimiento del T-MEC en la agenda energética? ¿Piensa que con hacerles el trabajo sucio de contener militarmente la migración indocumentada, nada de lo que haga podrá enturbiar la relación? Son preguntas que merecen respuesta, pero al margen de ellas parece que no sopesó correctamente los costos.
Desempolvar la retórica antimperialista para justificar regímenes autoritarios y violaciones a derechos humanos es anacrónico. Hay una extendida y justificada simpatía hacia el movimiento de resistencia cubano que se identifica con el lema Patria y Vida, nombre de famosa canción proscrita que se citó en la Celac, y que demanda democracia y libertad para los presos políticos. López Obrador decidió tomar partido por la dictadura y el mundo tomó nota.
¿No será que comparte con el bolivarianismo la convicción de que nada es más importante que hacerse del poder y conservarlo? Temo que pronto lo averiguaremos.
