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Tiempos de caos

Federico Ponce Rojas

Federico Ponce Rojas

Hay un flujo y reflujo en los asuntos de los hombres que, si se toma en la subida, lleva a la fortuna y, si se descuida, toda la travesía de la vida queda encallada en bajíos y en miserias.

Julio César, Shakespeare

 

El incumplimiento, la ruptura de una promesa al cambio a la “transformación”, la incoherencia de un discurso cotidiano que genera odios, revive resentimientos y culpa al pasado, todo ello en suma de una brutal ingobernabilidad, tiene sometido al Estado en crisis. 

Crisis generada por una “transformación” sin rumbo, autoritaria, anticonstitucional y al margen de la ley, cambios profundos, y de consecuencias en muchos casos irremediables, que han generado ansiedad, decepción y angustia y que nos sitúan hoy por hoy en el caos social, es decir, confusión y desorden provocado por una gobernanza errática, dispendiosa y dilapidando recursos públicos con el abandono de derechos básicos de toda sociedad: salud, seguridad, justicia, desarrollo, etcétera.

La crisis del Estado se encuentra en una fase aguda, lejos de la fase de reacción y mucho más de la de reparación. La necedad y obcecación de un ejecutivo errático ante esta crisis de vida, hace tres días la muerte de 39 migrantes en una estación migratoria de Ciudad Juárez, que se suma a los más  de 150 mil homicidios dolosos, más de 110 mil personas desaparecidas y más de seis mil feminicidios, una muestra de la barbarie a la que el Estado mexicano está sometido.

La abyección de gran parte del Legislativo y de gobernadores partidistas, prontos al chasquido de su líder, hacen nugatoria la fase de reacción y consecuentemente la de reparación de la crisis, con lo cual los destinos de la libertad, democracia y progreso, en suma, el bien común de la República, viven “tiempos de caos”.

Aquellos tiempos de esperanza que ofrecían bienestar, progreso, combate a la corrupción y la impunidad, de salud “como en Dinamarca” (sic) y sobre todo de paz y seguridad pública, ofrecidos, prometidos en largos años de campaña política, se perdieron desde el inicio de la transformación y fueron acumulando frustración, zozobra y un gran desconsuelo, desdibujando nuestro tejido social ante la brutal inseguridad que padecemos, la violencia y la impunidad que campean en todas y cada una de las actividades de nuestra sociedad.

En este caos no escapan los ataques a las instituciones constitucionales autónomas democráticas, como el Inai y, desde luego, el INE. La madrugada de ayer se consumó el atraco con el nombramiento de los cuatro consejeros electorales 

Consummatum est, sin embargo los daños del atraco pudieron ser más graves.

Llegar a la insaculación para designar cuatro consejeros permitirá que, cuando menos dos de ellos sean impugnados (incluida la de consejera presidenta) ante el Tribunal Electoral por no cumplir con los requisitos constitucionales que exigen equidad e imparcialidad.

Al ser el INE un órgano constitucional autónomo colegiado, tiene como función primordial propugnar certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, máxima publicidad y objetividad, a través del consejo general del propio instituto. Le corresponde a la consejera presidenta el cumplimiento exacto de los acuerdos adoptados por dicho consejo general.

La consejera presidenta del INE tiene una responsabilidad mayúscula, veinte años de experiencia en la materia serán instrumentos esenciales para que se conduzca con total apego a la norma constitucional y legal, que particularmente exige independencia e imparcialidad por lo que su conducta en el ejercicio de sus funciones la tendrá que apartar claramente de sus vínculos partidistas y con el gobierno.

No se puede soslayar que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es el órgano responsable de resolver las controversias en materia electoral, protegiendo los derechos político-electorales de la ciudadanía.

Un Poder Judicial de la federación independiente es garantía de que la Constitución general está a salvo.

 

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