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Comicios en Israel: la incertidumbre prosigue

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

La escena contribuyó a la difusión de un mensaje equivocado. Cuando en la noche del lunes pasado el premier Netanyahu se presentó exultante ante su público y los medios de comunicación para presumir su triunfo en las elecciones llevadas a cabo ese día en Israel, se asumió, en muchos

círculos, que el mando del país para los próximos años había sido depositado sólidamente ya en sus manos gracias a la voluntad popular.

Sin embargo, esa certeza se desinfló rápidamente cuando, durante las horas subsecuentes, la aritmética hizo de las suyas. Como en Israel es necesario contar con un bloque de mínimo 61 bancas (la mitad más una de las 120 que integran el parlamento israelí), resultó que los 36 escaños que ganó el Likud –el partido de Netanyahu–, sumados a los de los partidos más pequeños afines a él, alcanzaban sólo 58 bancas, tres menos del mínimo necesario para conformar gobierno.

Fue así como se regresó a los escenarios de las dos elecciones llevadas a cabo el año pasado, en las que las cosas quedaron más o menos igual, es decir, ninguna de las dos grandes formaciones políticas, ni el Likud ni su rival Azul y Blanco consiguieron armar un bloque de al menos 61 escaños, por lo cual ha habido necesidad de repetir el ejercicio electoral.

¿Necesariamente la situación actual pronostica una cuarta elección dentro de unos meses? Podría ser, no se descarta, pero, por lo pronto, las cosas podrían desarrollarse también de otro modo.

Ya hubo, en el curso de la semana, intentos por parte de Likud de atraer a algún o algunos diputados de partidos opositores para que, usando el argot mexicano, se conviertan en “chapulines” que brinquen hacia territorio del Likud y le permitan alcanzar el mágico número de 61.

Por ejemplo, trascendió que una diputada de Azul y Blanco de nombre Omer Yankelevich fue amenazada, desde el Likud, con difundir grabaciones comprometedoras para ella si no daba el salto.

Por lo pronto esa estratagema parece no tener futuro ya, así que ese camino destinado a que Netanyahu asumiera de nuevo el mando y pudiera tal vez liberarse de ser juzgado en tribunales por los delitos de los que se le acusa, probablemente ha quedado clausurado.

El otro problema que enfrenta en esta ocasión el actual premier israelí es que el 17 de marzo próximo tendrá que presentarse ante los tribunales para el inicio de su juicio. Esa situación es la que alimenta las expectativas de sus rivales, quienes apoyándose en el aparato jurídico nacional, están intentando que se dictamine que un individuo indiciado –como es la condición actual de Netanyahu– no pueda ser comisionado para la labor de integrar un gobierno del que, además, dicha persona sería la cabeza.

Esta compleja situación pronostica días de lucha encarnizada entre los simpatizantes y colegas políticos de Netanyahu y quienes, desde la oposición y el poder judicial, incluida la Suprema Corte, tenderían a descartar, sobre la base de justificaciones legales, la posibilidad de que al todavía hoy primer ministro se le dé la oportunidad de intentar, a lo largo de las próximas seis semanas, la integración de un nuevo gobierno con él repitiendo en el cargo. En todo ese proceso la figura del presidente Reuven Rivlin será clave, ya que algunas de las decisiones al respecto caerán bajo su responsabilidad.

A Netanyahu se le conoce coloquialmente en Israel como Bibi. Y desde hace más de un año ha sido evidente que el país está polarizado entre dos bandos, el proBibi y el antiBibi. En este último bloque están no solamente quienes ideológicamente se ubican en las antípodas de Netanyahu –como los segmentos de la centro-izquierda israelí y la población árabe del país– sino, también, público y políticos de derecha cansados de los muchos años de esa figura en el poder, lo mismo que de sus múltiples triquiñuelas y maniobras lesivas a la democracia israelí, a las que ha recurrido persistentemente con tal de mantenerse en el poder y, además, salvarse de acabar, tal vez, en prisión. Varias de las incógnitas hoy presentes deberán responderse en las próximas semanas, aunque, por otro lado, ello no asegura que ha desaparecido la posibilidad de que sea necesario programar una cuarta elección en meses venideros si no se consigue integrar gobierno.

 

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