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Arabia Saudita: rica, pero también golpeada

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Comparativamente con países europeos y latinoamericanos, las cifras de víctimas del coronavirus en el reino saudita son relativamente modestas, pues con una población de 34 millones, presenta, a la fecha, cerca de 112 mil casos de contagios y 820 fallecidos, lo cual le representa una letalidad de tan sólo 0.73 por ciento, índice infinitamente menor que el nuestro. Sin embargo, a pesar de su inmensa riqueza petrolera y de que inyectó un monto de 121 mil millones de dólares de asistencia a su economía —ayuda a empresas mediante el aporte del gobierno de hasta 60% de los salarios de los trabajadores, diferimiento del pago de impuestos y exenciones de tarifas y cuotas— las cosas no pintan bien para ese país.

El derrumbe de la demanda de petróleo y gas, y consecuentemente el de sus precios en el mercado global, le ha significado un duro golpe. Hacia fines de mayo, el precio del barril del crudo se ubicaba en 35 dólares, monto muy inferior a los 65 dólares que prevalecía a principios de enero.

A la par, su producción se redujo de 9.7 millones de barriles, en enero, a 8.5 millones en mayo. Ello le ha resultado demoledor en la medida en que el 70 por ciento del presupuesto nacional depende de la venta del energético.

Uno de los pocos sectores económicos adicionales de los que se beneficia el reino es el del turismo religioso, y éste también ha entrado en crisis. Se ha cancelado la peregrinación musulmana denominada Umrah, que es la que se permite en cualquier momento del año, mientras que la peregrinación del Hajj a la Meca, definida como uno de los siete pilares del islam y que este año tendría que llevarse a cabo en julio, también tiene pocas posibilidades de efectuarse, con la consecuente pérdida de los 15 mil millones de dólares previstos como utilidad de la celebración de tal rito anual.

Es así como el déficit en las finanzas sauditas llegará este año a la cifra récord de 112 mil millones de dólares, por lo que el ministro de Finanzas, Mohamed al-Jadaan, ha tenido que aceptar que se trata de la crisis más seria que ha vivido su país en décadas. De ahí las medidas tomadas.

El 10 de mayo pasado se anunció que para julio de este año el IVA subiría de 5 a 15 por ciento, además de que se cancelarán los subsidios mensuales otorgados a la burocracia en los precios de gasolina, electricidad y agua.

Otro sector con necesidad de recortes es el militar, debido a la sangría de recursos que le representa su intervención activa en la guerra civil de Yemen desde 2015, conflicto interminable en el que se involucró aún más el heredero al trono, Mohamed Bin Sultan (conocido como MBS), desde 2017, cuando en la práctica él se hizo de las riendas del país en sustitución de su padre.

Por cierto, los planes de modernización de MBS, conocidos como Visión 2030, que incluían la idea de que el país dejara de ser monodependiente del petróleo y construyera, entre otros atractivos, una ciudad del futuro, denominada Neom, han quedado en suspenso ante la gravedad de la crisis actual, que se refleja también en una disminución notable de los presupuestos destinados al bienestar social, los cuales siempre han sido muy consentidores con la sociedad saudita. Al parecer, el reino no tendrá más remedio que recortar el flujo que tradicionalmente se vuelca a sufragar las muy costosas prebendas a las que está acostumbrada su ciudadanía, que consisten en una amplia gama de beneficios desde la cuna hasta la tumba, y que le han servido a la casa gobernante de los Saud como eficiente mecanismo para mantener incólume su poder vertical, acompañado de sus evidentes prácticas autocráticas.

En las redes sociales árabes ya se percibe la irritación por las afectaciones de la pandemia a la economía popular, por lo que no es remoto un estallido de descontento social que, en caso de darse, muy probablemente sería respondido por la autoridad monárquica con mano dura y a cualquier costo. Los ejemplos de represión brutal de la disidencia política en el reino han sido múltiples a lo largo del tiempo, por lo que es probable que, en caso de estallar protestas populares, se recurra a la acostumbrada práctica de eliminación violenta de los adversarios. Eso, más la tragedia que viven los muchos millones de trabajadores migrantes en los países árabes del Golfo, atrapados y discriminados en medio del río revuelto de la pandemia, auguran para esa región tanta incertidumbre como la que se vive en el resto del planeta.

 

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