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China: 70 años de totalitarismo

Enrique Villarreal Ramos

Enrique Villarreal Ramos

Contrapunto político

El martes se cumplieron 70 años del triunfo de la revolución comunista de Mao Zedong. El milagro económico que hizo de China la segunda potencia del orbe e inminente líder tecnológico global tiene obnubilado al mundo, pero la represión a las protestas en Hong Kong muestra la permanencia del legado del Gran Timonel, el carácter totalitario del régimen.

La pasada centuria inició en China con la revolución de 1911, que derrocó al último emperador Qing, y terminó con dos mil años de dinastías imperiales e implantó la república. Siguió un largo periodo de inestabilidad, que devino en guerra civil (1927) entre los nacionalistas del partido Kuomintang (fundado por el padre de la república, Sun Yat-sen), liderado por Chiang Kai-shek (CKS) y los comunistas de Mao, quien dirigía el sóviet de Jiangxi, y era partidario de la revolución campesina. Ante la persecución nacionalista, y la invasión japonesa, los comunistas se replegaron, la Larga Marcha, donde fallecieron miles. En 1937 acuerdan una tregua para enfrentar, unidos, a los invasores y, al ser derrotados, se reanudó el conflicto intestino (1946). Mao ya era el líder indiscutible y la contraofensiva comunista fue efectiva (gracias al apoyo del campesinado) y, pese al respaldo norteamericano a CKS, sus tropas fueron vencidas, y el primero de octubre de 1949 se proclamó la República Popular China.

Mao realizó grandes cambios para enterrar siglos de feudalismo e implantar una sociedad comunista, aunque, desde un principio, se vislumbraron rasgos totalitarios, como el culto a la personalidad, el autoritarismo, la ideología oficial y el partido único, y algunos de carácter imperialista. En 1950, China invadió el Tíbet, aplastó la rebelión tibetana (murieron decenas de miles y, a la fecha, sigue el genocidio), y se lo anexionó (1959), sin olvidar su intervención previa en la guerra de Corea. Con el Gran Salto hacia Adelante (1958-61), Mao buscó la transformación económica y social, a través de una radical reforma agraria, colectivizar el campo, crear comunas autosuficientes y la industrialización. Pero esta política se hizo de forma violenta e improvisada, y fracasó: se cayó la producción y falló el abasto agrícola, y el acero fabricado, de pésima calidad. La hambruna resultante provocó la muerte de millones, y fuertes críticas al Gran Timonel (que renunció a la presidencia y se quedó en la jefatura del partido). Ante el riesgo de perder el poder, Mao respondió con la Revolución Cultural para eliminar a sus enemigos políticos (como Liu Shaoqi, jefe de Estado, y Deng Xiaoping, secretario general del partido) y restaurar su autoridad absoluta. Ello implicó una masiva purga política, millones de muertos, una sociedad confrontada, una economía devastada, campos de concentración y patrimonio cultural destruido.

Cuando Mao murió (1976), China era nación tercermundista, pero con el liderazgo de Deng Xiaoping (1978) se emprendió un histórico viraje modernizador, la liberación económica y apertura al exterior. En el 2008, el gigante asiático cumplió 30 años con crecimiento promedio anual de 10%, y actualmente compiten contra Estados Unidos por la hegemonía mundial (la guerra arancelaria sólo es el aspecto más visible). Sin embargo, con Deng, el totalitarismo continuó, y en 1989 se produjo la matanza de Tiananmen, donde miles murieron por reclamar democracia y libertades. A la fecha, el gobierno chino justifica la masacre, las violaciones masivas a los derechos humanos siguen y el actual presidente, Xi Jinping, se perpetúa en el poder.

 

ENTRETELONES

Alarde militarista y represión en los festejos del 70º aniversario.

 

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