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Ni para dónde hacerse…

Enrique Aranda

Enrique Aranda

De naturaleza política

 

 

Cinco empleos menos cada minuto en marzo-julio.

 

Al margen el despropósito —“casi burla”, a decir de muchos— que implicó aquello de que la crisis producto de la pandemia “nos vino como anillo al dedo…”, lo cierto es que, hoy, el futuro previsible de la economía mexicana no puede ser peor, con un decrecimiento de entre -7.5% y hasta -10.5% al cierre del año y, al cierre de julio, la pérdida de más de un millón de empleos formales y de ingresos por parte de algo más de 10 millones, más el cierre masivo de miles de micro, pequeñas y medianas empresas a todo lo largo y ancho del territorio.

Y esto, huelga destacar, cuando la pandemia del covid-19 continúa mostrando una clara tendencia al alza, tanto en lo que a infectados (confirmados) se refiere —ayer ya más de medio millón— como en el número de decesos que, conforme a cifras oficiales, llegaron ya a 55,293. En ese marco, como hemos insistido en este espacio, todo pronóstico optimista y/u ofrecimiento de mejoría sale sobrando… y, más aún, cuando de sobra se sabe que cualquiera que haya sido el mismo, simple y sencillamente no se concretará.

Apenas el 5 de abril, por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador aseguró, en el marco de uno de sus reiterados informes (informales) a la nación, algo así como que “vamos a crear dos millones de nuevos empleos en nueve meses…”. Ahora mismo, si la contabilidad del periodo comenzó entonces, estaríamos iniciando el quinto mes, con un reporte de pérdida de 1.117,584 fuentes de trabajo que, según cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) del cuestionado Zoé Robledo, implica que el número de mexicanos con empleo al cierre de julio sumaba 19.495,952, casi un millón menos que al cierre del sexenio de Enrique Peña Nieto y, también, si se compara con el mejor registro conseguido durante el gobierno de la 4T.

Pensar, pues, que aquello de que “vamos a crear dos millones de nuevos empleos en nueve meses” tiene algún viso de conseguirse es, por decir lo menos, un imposible. Más cuando, un día sí y el siguiente igual, atestiguamos la clara resistencia de la administración federal a asumir o suscribir siquiera plan o programa alguno que pudiera representar beneficios para la micro, pequeña o mediana empresa —generadora del 70-80% del empleo a nivel nacional—, la paulatina reducción de la burocracia, la caída en vertical de la inversión privada y pública —cuando, en el caso de esta última, no sea en apoyo a los “proyectos estrella” de la administración— e, insistamos, el “negro” panorama de decrecimiento económico que colocará al país dos o tres décadas atrás…

A la vista de lo anterior, más el entorno de inseguridad y violencia prevalecientes, la cada vez más evidente ingobernabilidad y la inexistencia de un plan rector, una estrategia compartida por los tres niveles de gobierno, nada parece más necesario que un diálogo sereno y comprometido con la sociedad para tratar de dar un auténtico “golpe de timón” que permita enderezar el rumbo del país, antes que insistir en el montaje de tramas y/o distractores que, amén no tener más propósito que incidir en los próximos comicios, apuntan al sacrificio de la verdadera justicia (anticorrupción en este caso)…

Veámonos el domingo, con otro asunto De naturaleza política.

 

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