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Misiones de Observación Electoral: ¿instrumento político de una OEA ideologizada?

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Por Maximiliano Reyes Zúñiga

Hay que decirlo con claridad: la Organización de los Estados Americanos (OEA) se encuentra ante una encrucijada. La disyuntiva es regresar a su pasado sombrío, cuando servía a intereses particulares, o ver hacia el futuro, en el que se convierta en un auténtico foro de representación regional.

Hoy día, el secretario general sobrepasa su mandato, subordina la institución a intereses ideológicos y usa el peso institucional de la Organización de los Estados Americanos como vehículo para posicionamientos parciales. Este hecho afecta el funcionamiento de la organización y se refleja especialmente en las Misiones de Observación Electoral (MOE), las cuales se han desvirtuado para convertirse en instrumentos políticos y de injerencia en asuntos internos de los Estados miembros.

La tendencia de extralimitar el carácter técnico de las Misiones de Observación Electoral es un hecho grave y preocupante.

 

 

 

El ejemplo más conocido fue el caso de Bolivia en 2019, en donde la misión se convirtió en un actor político y electoral de facto, con incidencia directa en el lamentable curso histórico por todos conocido y que, a la postre, fue reivindicado a través de las urnas. Lo hemos dicho en varias ocasiones: el actuar de estas misiones debe ser de naturaleza imparcial, limitada a un acompañamiento logístico e institucional.

La actuación de la misión en Bolivia, en 2019, le valió varias críticas internacionales. Diversos estudios e investigaciones independientes, como la del Center for Economic and Policy Research de Washington, así como la publicada por los académicos de las universidades de Pennsylvania y Tulane, Nicolás Idrobo, Dorothy Kronick y Francisco Rodríguez, ponen en entredicho la acusación de fraude que hizo la Organización de los Estados Americanos. Por otra parte, un artículo de The New York Times, que también cuestiona la narrativa de fraude, parece que hirió una fibra sensible del secretario general, quien por medio de un comunicado de la OEA respondió de manera virulenta.

Este tipo de desempeño arroja una sombra sobre la imparcialidad y calidad técnica de las Misiones de Observación Electoral sobre la ya desacreditada Secretaría General, lo que siembra dudas sobre futuras actuaciones en las elecciones de nuestro hemisferio, la mayoría de las cuales acepta la observación electoral de la OEA, México incluido.

 

 

 

Si deseamos que tales misiones perduren, éstas deben volver a sus orígenes y recobrar la imparcialidad que les daba su carácter técnico, complementando a los sistemas electorales nacionales y no usurpando sus funciones.

No obstante, enderezar el rumbo se ve difícil mientras persista una Secretaría General que obedezca a intereses propios. Son los Estados miembros y no la Secretaría General los que deben decidir el rumbo de la organización y rescatar la valía de las Misiones de Observación Electoral, antes de que sea demasiado tarde.

 

                * Subsecretario para América Latina
                y el Caribe de la SRE.

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