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La pandemia de la desinformación: covid-19 y la cacofonía caótica de las mentiras y distorsiones

Columnista Invitado Nacional

Columnista Invitado Nacional

Guy Mentel* y Henry Bacha** PRIMERA PARTE

 

Estados Unidos –junto a gran parte del resto del mundo– se encuentra luchando contra una ola más de la pandemia de covid-19, impulsada por la aparición de la variante Delta. Mientras que las unidades de terapia intensiva alcanzan su capacidad máxima y se avecina el espectro de la imposición de medidas de confinamiento y distanciamiento social nuevamente, legisladores alrededor del mundo han puesto la vista en otro virus, pero paralelo: el de la desinformación, el cual ha socavado los esfuerzos para detener la pandemia.

Desde las audiencias ante el Congreso por parte de los CEO de los gigantes de la tecnología como Facebook, Twitter y Google, hasta la recién anunciada Comisión sobre la irregularidad de la Información del Instituto de Aspen, copresidida por Katie Couric y con la participación del príncipe Harry, y el gran maestro de ajedrez, Garry Kasparov, la desinformación ha capturado el miedo y el imaginario colectivo de aquellos que operan en el espacio político, como pocos fenómenos lo han hecho. En el Congreso de EU se ha llamado para “desarrollar la resistencia de los ciudadanos a la desinformación desde un enfoque de gobierno integral”, y los demócratas han urgido al presidente Joe Biden a nombrar a un zar de la desinformación dentro de las fuerzas especiales covid-19.

La marea creciente de desinformación, información falsa y propaganda ha sido bien documentada en los últimos años, debido a que el acceso a internet y consumo de redes sociales se han vuelto omnipresentes. En el contexto de la pandemia, la desinformación se ha intensificado, con un costo que puede medirse en vidas humanas. Difundida con avidez a través de redes sociales y los medios tradicionales, la desinformación sobre covid-19 ha fomentado y facilitado el uso generalizado de remedios no probados científicamente y potencialmente letales –ivermectina e hidroxicloroquina– y ha propagado el escepticismo hacia las vacunas, que hoy son la mayor oportunidad para detener la pandemia.

No argumentamos que la desinformación por sí sola sea la responsable de la indecisión hacia las vacunas, las teorías de la conspiración y la popularidad de las curas mágicas.  El escepticismo hacia las vacunas y las farmacéuticas existe desde antes. Los motores de la desinformación e información falsa reflejan y amplifican defectos sociales prexistentes.

La pandemia surgió como un punto geopolítico crítico tan rápido como se extendió por todo el mundo a principios de 2020. En el verano de ese mismo año, autoridades chinas compararon escenas de un festival en Wuhan, donde se cree que apareció el virus y donde los asistentes no llevaban cubrebocas, disfrutando los beneficios de un estricto bloqueo nacional y una sólida infraestructura para prueba y rastreo con imágenes que emergían de EU y Europa Occidental, países devastados por el virus, argumentando que la pandemia había reivindicado el modelo chino de gestión vertical unipartidista, deslegitimando la democracia liberal de Occidente.

Con el desarrollo y producción de las primeras vacunas, mientras los países del norte priorizaron la compra para inmunizar a su población –superando a los más pobres– China y Rusia llenaron el vacío, firmando contratos para enviar sus vacunas (Sinopharm, Sinovac y Sputnik V) a países desde Argelia hasta Argentina, proclamando a sus regímenes autocráticos como los salvadores de las naciones privadas de vacunas, a causa de lo que ellos afirman como el desprecio occidental por la solidaridad internacional. Pero hay mucho más detrás de esta llamada “diplomacia de las vacunas”.

En algunos casos, los contratos de compra se han diseñado para extraer enormes concesiones económicas y geopolíticas: en abril, mientras Paraguay luchaba con un aumento en hospitalizaciones y un estancamiento en la estrategia de vacunación, China ofreció cientos de miles de vacunas de Sinovac al presidente Mario Abdo Benítez como incentivo para terminar las relaciones diplomáticas oficiales con Taiwán y reconocer a China. 

*Director ejecutivo del think tank Global Americans.

**Editor de Global Americans.

 

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