“México estará siempre en mi corazón”: Benedicto XVI y la realidad mexicana (Segunda parte)
Por Dr. Alejandro Sada* ESPERANZA VIVA En su discurso en el evento de bienvenida, Benedicto XVI hizo suyas las palabras de san Pablo: “No se entristezcan como los que no tienen esperanza” 1 Ts 4:13. Recordó que “la confianza en Dios ofrece la certeza de ...
Por Dr. Alejandro Sada*
ESPERANZA VIVA
En su discurso en el evento de bienvenida, Benedicto XVI hizo suyas las palabras de san Pablo: “No se entristezcan como los que no tienen esperanza” (1 Ts 4:13). Recordó que “la confianza en Dios ofrece la certeza de encontrarlo, de recibir su gracia, y en ello se basa la esperanza de quien cree”1. Esta esperanza tiene la fuerza de transformar la existencia concreta y de despejar las tinieblas que oscurecen la vida. Es cierto que, principalmente apunta a un más allá, a la vida del mundo futuro. Sin embargo, ya desde ahora puede ir haciendo palpables algunos de sus reflejos. Las palabras que Benedicto XVI nos dirigió dan la impresión de que conoce nuestros sufrimientos como pueblo que padece terribles azotes que llegan a parecer tinieblas insuperables, fuera del alcance de nuestras fuerzas, capaces de hacernos desesperar. El narcotráfico, la violencia, la corrupción, la pobreza, la terrible desigualdad, el dolor de tantos oprimidos y explotados, el drama migratorio, la pornografía infantil, la trata humana, etcétera. ¿Cómo superar tantas estructuras de injusticia y tanta cultura de muerte? En la homilía que pronunció en la misa celebrada en el Parque Expo Bicentenario de León, el Papa reflexionaba sobre cómo el pueblo de Israel, en la medida en que experimentaba la persistencia del mal y del pecado “como un poder prácticamente implacable e imposible de superar”, descubría que le quedaba todavía el recurso de “confiar en la misericordia de Dios omnipotente”, el único capaz de cambiar al hombre desde dentro, desde el corazón. Esta es la esperanza que se hace visible en la plegaria del Salmo 50: “Crea en mí, señor, un corazón puro” (Sal 50:12). Un corazón puro, decía Benedicto XVI, “es el que se reconoce impotente por sí mismo, y se pone en manos de Dios para seguir esperando en sus promesas”2.
Benedicto XVI sabe que algunas veces parece que la oración es inútil y que el señor duerme. Sin embargo, en la misa con la que inició solemnemente su pontificado, insistía en que Dios espera pacientemente la conversión de cada uno, lo cual nos puede llevar a desear desesperadamente que su poder se manifieste de una forma más contundente, al modo del poder mundano: “¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres”3. En nuestro país, insistía en que el reinado de Dios no consiste en el poder de sus ejércitos para someter por vía de la fuerza o la violencia, sino “en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que él ha traído al mundo con su sacrificio y la verdad de la que ha dado testimonio”4. Hay que saber esperar a Dios como él espera pacientemente de nosotros.
CARIDAD ARDIENTE
Benedicto XVI ha enseñado siempre que la fe cristiana no se agota en la pura contemplación de la verdad, porque la verdad en su sentido más radical es también amor. Por eso, la fe implica la transformación de la vida de los creyentes. Ser cristiano consiste en asumir la existencia de Jesucristo como fundamento estructural, es decir, consiste en convertir la propia existencia en un ser-para, en una radical apertura orientada al servicio, especialmente a favor de los más necesitados. Este compromiso con el servicio que brota del corazón del Evangelio no disminuye la libertad que todos deseamos.
Al Papa le preocupaba que en América Latina varios católicos viven una especie de “esquizofrenia entre moral individual y moral pública”. En lo personal, en la esfera individual, son católicos, creyentes, pero cuando se trata de la vida pública “siguen otros caminos que no corresponden a los valores del Evangelio”5. Si los cristianos pueden servir de fermento para la construcción de un mundo mejor, han de ser de una sola pieza, coherentes en lo privado y en lo público. No pueden desentenderse del compromiso que tienen de participar decididamente en la transformación de las estructuras sociales, para que sean más acordes con la dignidad de la persona: “A esta tarea están llamados a colaborar (…), descubriendo su compromiso de fe y el sentido unitario de su presencia en el mundo”6.
La coherencia de vida a la que nos exhortó el Papa nos llama a darle la cara valientemente a los problemas propios de nuestra sociedad. Le parece un motivo de gran preocupación, “que en algunos ambientes, por el afán de poder, se hayan deteriorado las sanas formas de convivencia y la gestión de la cosa pública, y se hayan incrementado además los fenómenos de corrupción, impunidad, infiltración del narcotráfico y del crimen organizado. Todo esto lleva a diversas formas de violencia, indiferencia y desprecio del valor inviolable de la vida”7. Sobre el problema del narcotráfico, subrayó que una de sus raíces más fuertes es la terrible desigualdad económica que impide el desarrollo justo de una gran parte de la población, lo cual convierte a los jóvenes en presas fáciles del crimen organizado. Igualmente, sentía una viva preocupación por las comunidades indígenas. Pensaba que debíamos trabajar en su integración en la vida del país, sin dejar de respetar sus costumbres y las formas de organización de sus comunidades. También se sentía preocupado por una extraña paradoja en cuanto al trato que se le da a la mujer. Por una parte, ocurre una exaltación teórica y un reconocimiento del genio femenino; por otra, se da “una depreciación práctica o discriminatoria” de las mujeres. Por eso, nos exhortaba también a “cambiar la mentalidad, para que sean tratadas con plena dignidad en todos los ambientes y se proteja también su insustituible misión de ser madres y primeras educadoras de los hijos”8.
En busca de una comunidad de creyentes más coherente y comprometida, Benedicto XVI se despidió de los mexicanos con estas palabras: “Aliento ardientemente a los católicos mexicanos, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a no ceder a la mentalidad utilitarista, que termina siempre sacrificando a los más débiles e indefensos. Los invito a un esfuerzo solidario, que permita a la sociedad renovarse desde sus fundamentos para alcanzar una vida digna, justa y en paz para todos”9. El Papa estaba conmovido con nuestro pueblo. Su viaje a este país lo marcó como ningún otro: “He hecho muchos viajes —dijo improvisando—, pero nunca he sido recibido con tanto entusiasmo. Llevaré conmigo, en mi corazón, la impresión de estos días. México estará siempre en mi corazón. Puedo decir que desde hace años rezo cada día por México, pero en el futuro rezaré todavía mucho más”10. Ahora que Benedicto XVI se encuentra en la casa del padre, le encomendamos que nos cumpla esa promesa y siga intercediendo por nosotros para que podamos realmente consolidar nuestra fe, alegrarnos en nuestra esperanza y encender nuestra caridad.
1. Benedicto XVI, discurso en la ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto Internacional de Guanajuato,
23 de marzo de 2012.
2. Benedicto XVI, homilía en la misa celebrada en el Parque Expo Bicentenario de León, 25 de marzo de 2012.
3. Benedicto XVI, homilía en la misa del inicio solemne de su pontificado, 24 de abril de 2005.
4. Benedicto XVI, homilía en la misa celebrada en el Parque Expo Bicentenario de León, 25 de marzo de 2012.
5. Benedicto XVI, entrevista concedida a los periodistas en el vuelo hacia México, 23 de marzo de 2012.
6. Benedicto XVI, discurso al segundo grupo de obispos de México en visita “ad limina apostolorum”,
15 de septiembre de 2005.
7. Ibidem.
8. Benedicto XVI, discurso al cuarto grupo de obispos de México en visita “ad limina apostolorum”,
29 de septiembre de 2005.
9. Benedicto XVI, discurso en la ceremonia de despedida en el Aeropuerto Internacional de Guanajuato,
26 de marzo de 2012.
10. Benedicto XVI, palabras improvisadas delante del Colegio Miraflores, 25 de marzo de 2012.
*Profesor investigador de la Universidad Panamericana
Especialista en el pensamiento
de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI
