Guerra entre Hamás e Israel: primeras conclusiones geopolíticas
Por Stephan Sberro Picard* Después de varios días de estupor mundial, las masacres del sábado 7 de octubre empiezan a tener consecuencias geopolíticas en la región y en el mundo. Estados Unidos moviliza su ejército y su diplomacia a favor de Israel, mientras Rusia ...
Por Stephan Sberro Picard*
Después de varios días de estupor mundial, las masacres del sábado 7 de octubre empiezan a tener consecuencias geopolíticas en la región y en el mundo.
Estados Unidos moviliza su ejército y su diplomacia a favor de Israel, mientras Rusia aprovecha la oportunidad para agredir más cruelmente a Ucrania, y se acerca a su nuevo aliado, Irán, para recobrar relevancia en la región.
Entre estos dos extremos existe un espectro de reacciones. En primera línea, los países árabes se han mostrado muy prudentes. La lógica indicaría que emerja inmediatamente una solidaridad con los palestinos, árabes y musulmanes. Incluso una de las razones que observadores invocan por la operación de Hamás era que el acercamiento de muchos países árabes hacia Israel y la normalización total de sus relaciones preocupaba sobremanera a Teherán, que quería romper este movimiento.
Sin embargo, la solidaridad árabe automática no se ha manifestado todavía, en parte por la inhumanidad de la redada de Hamás, en parte porque la región cambió. El principal peligro para la estabilidad, a los ojos de los dirigentes árabes, ya no es Israel, sino Irán y el islamismo. Las manifestaciones en las calles de algunos países árabes no cambiarán las cosas. Todos los países árabes son dictaduras para las cuales la opinión “de la calle” sólo se manipula en función de sus objetivos. Además, la política exterior no suele movilizar mucho las opiniones públicas en ningún país del mundo. Más allá de declaraciones o de circunstancias, ni Bahrein ni Egipto ni los Emiratos del Golfo ni Marruecos hablan de poner en tela de juicio su relación con Israel y tensar la que mantienen con Estados Unidos. Todos tienen mucho que perder por una causa que ya no les interesa, sobre todo en vista de los comportamientos de los líderes y terroristas palestinos.
El otro gran actor regional, Turquía, adopta una actitud ambigua y errática como su presidente, Erdogan. Éste comparte la ideología de Hamás y de los islamistas, pero también reivindica ser parte de Occidente, pues Turquía es miembro de la OTAN, que acaba de manifestar su firme apoyo a Israel frente a los ataques terroristas de estos mismos islamistas. Erdogan mantiene relaciones políticas y comerciales con el Estado hebreo. Aledaños a la región, al este, países como Azerbaiyán, Etiopía o la India mantienen estrechas relaciones políticas y de seguridad con Israel. Al oeste, los países europeos se alinean de manera casi incondicional y unánime con Israel, un fenómeno que rara vez pasa en la Unión Europea, y nunca cuando se trata de Israel.
Queda por ver si las imágenes de los terribles sufrimientos que esperan los habitantes de Gaza y los rehenes no matizaran o alejaran estos apoyos. Sobre todo si Irán decide utilizar a su otro títere en la región, el Hezbolá libanés. Eso provocaría la destrucción de Líbano, ya tan martirizado por las acciones internas y externas de este grupo político-militar. Son incógnitas, pues la guerra apenas empezó.
Pero, aun dividido, Israel nunca ha sido tan fuerte militarmente y tan apoyado internacionalmente.
Por el otro lado, la reaparición de la causa palestina en el escenario regional puede ser su canto del cisne. La crueldad antisemita de Hamás, y la ineptitud de su rival de la OLP, Mahmud Abbas, la forma en que ambos se descalificaron internacionalmente y, sobre todo, internamente, no augura nada bueno para la población palestina.
El exrey de Marruecos Hassan II, padre del actual monarca del país, solía decir que “la causa palestina era el ‘opio de los árabes’”. Permitía a la gente manifestarse en la calle sin represión gubernamental y desahogarse. Permitía a los gobiernos dar un escape a la ira de la “calle”. Dos hechos recientes hacen pensar que esto ya no funciona. Se pudo ver cómo los hinchas de un partido de futbol en Irán (que no es árabe, pero sí utiliza a los palestinos en su lucha contra Occidente) se negaron a agitar banderas palestinas distribuidas por su gobierno, gritando insultos a la causa palestina, revirtiendo su manipulación, pues ya no es un escape, sino una forma más de rebelarse contra el gobierno.
También vimos cómo Arabia Saudita decidió “suspender”, pero no romper las negociaciones de normalización con Israel. El mero hecho de que ya se hayan abierto significa la aceptación de Israel por los dos países más importantes del mundo árabe y, sobre todo, el fin de la justificación islamista de Hamás e Irán como argumento de movilización de los musulmanes.
Claro, la guerra apenas empezó, y muchas otras sorpresas pueden ocurrir. Hamás, con su victoria efímera, puede haber acabado con la causa que dice defender, ofreciendo sangre judía y palestina al altar de los intereses de los mulás iraníes.
*Internacionalista.
