Venezuela y el guardarropa de Claudia

Perdimos porque la gente estaba contenta con el gobierno. La gente nos decía de muchas maneras no verbales: este gobierno me da confianza de que voy a mejorar. Y nosotros, ciegos,le decíamos “es que en realidad no sabes que eres infeliz”. Nosotros veíamos grandes conjuntos, todos reales: la destrucción del sistema de salud, las amenazas contra el INE, contra la Corte...

A María Corina Machado, por su valentía y entereza.

El 2 de junio de este año, la oposición en México perdimos las elecciones presidenciales más o menos en la misma proporción que Nicolás Maduro las perdió en Venezuela. Hay muchas razones que explican la derrota en México. ¿Que fue una elección de Estado? Sí. ¿Que el Presidente usó su influencia y recursos públicos para atacar y calumniar sistemáticamente a la candidata presidencial de la oposición, Xóchitl Gálvez? También. ¿Que las autoridades electorales no pudieron o no quisieron detener la intervención del gobierno a favor de su candidata? Sí. ¿Que Morena y aliados compraron votos? Sí. Todos esos factores contribuyeron, pero no terminan de explicar el tamaño de la derrota.

Perdimos porque la gente estaba contenta con el gobierno. La gente nos decía de muchas maneras no verbales: este gobierno me da confianza de que voy a mejorar. Y nosotros, ciegos, le decíamos “es que en realidad no sabes que eres infeliz”. Nosotros veíamos grandes conjuntos, todos reales: la destrucción del sistema de salud, las amenazas contra el INE, contra la Corte, los ataques a la libertad de expresión, el crecimiento exponencial de la violencia y el crimen organizado, la destrucción de la naturaleza a nombre de los grandes caprichos presidenciales, el ataque a la ciencia y el deterioro de la educación. La mayoría de las personas vivían otra realidad individual: los ingresos mejoraron sustancialmente por el aumento a los salarios, tanto los mínimos como el salario medio industrial, los programas sociales repartidos no como derechos sino como el amor del Presidente que se debía pagar con el voto porque “amor con amor se paga”. Y, muy importante, después de que millones se asomaron al abismo de la muerte con la pandemia, llegó la sensación bienhechora de haberse salvado. Entramos a la cancha cuando el marcador ya estaba 10 a cero.

Las dos partes tuvimos razón. Como lo advertimos, el gobierno y la próxima presidenta han dado pasos acelerados para garantizar la destrucción de la democracia, a través del intento por adjudicarse en la Cámara de Diputados una mayoría constitucional que los electores no le dieron para, entre otros peligros, acabar con la autonomía del Poder Judicial federal, avanzar aceleradamente en la militarización del país y cerrar las vías de participación de las minorías, minorías sustanciales como el 44% que votó por la oposición para la Cámara de Diputados. Sólo que nuestro discurso no servía para ganar elecciones. Sirve, sí, para vernos en el espejo venezolano y evitar que se concretice.

Aunque un importante número de morenistas apoya y justifica con estridencia el fraude electoral que quieren perpetrar Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, es posible que el equipo de Claudia Sheinbaum vea con aprehensión que la imposición de Maduro cause que cientos de miles o millones de venezolanos emigren y, muchos de ellos, vía nuestro territorio. Pero le parece “injerencista” que ante la evidencia incontrovertible de las cifras de las actas en manos de la oposición, países y organismos internacionales reconozcan la victoria de la oposición encabezada por la valiente María Corina Machado. La diplomacia mexicana ha estado tímida y timorata quizá con la intención de jugar un papel de mediación en un arreglo dizque salomónico e inaceptable, que nuevamente prolongue la agonía del pueblo venezolano.

De aprobarse el paquete de 18 reformas constitucionales propuesto por el presidente López Obrador y adoptado con entusiasmo por Sheinbaum, nuestro país aceleraría el paso hacia una especie de venezolanización, como el guardarropa de Claudia, con un toque mexicano. Y al igual que en Venezuela, independientemente de que se quiera o no, se consolidarían instintos y fuerzas autoritarias a las que la democracia electoral les parecerá que sólo sirve si gana su proyecto. Para que esto no sea así, los esperamos el 11 de agosto a las 11 frente al INE en la CDMX y en las sedes estatales. No a la sobrerrepresentación, no al agandalle.

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