Mentir: el otro clasismo
No hay nadie mayor de 6 años que no haya dicho una mentira. Desde “ya hice mi tarea” hasta “fui el mejor evaluado”. Pero una cosa es una mentira que no tenga más que consecuencias individuales o restringidas y muy otra es la mentira desde una posición de poder. ...
No hay nadie mayor de 6 años que no haya dicho una mentira. Desde “ya hice mi tarea" hasta “fui el mejor evaluado". Pero una cosa es una mentira que no tenga más que consecuencias individuales o restringidas y muy otra es la mentira desde una posición de poder. La mentira como forma sistemática de comunicarse con la gente.
Como lo ha demostrado Luis Estrada Straffon en su libro El imperio de los otros datos, el presidente López Obrador es un mentiroso compulsivo. Yo agregaría: Mentir es la política pública más importante del actual gobierno. Y lo que demostró Claudia Sheinbaum en el debate es haber adoptado esa misma política pública de engaño y manipulación como la espina dorsal de su proyecto de gobierno. Para que la mentira funcione como la principal política comunicacional de un gobierno, el mentiroso tiene que gozar de la confianza de su público. En las encuestas sobre la popularidad —por cierto, menguante— del Presidente, las personas encuestadas citan como principal razón de su apoyo, el que lo creen “con buenas intenciones”. Esas mismas personas reprueban su gobierno, pero mantienen aquello de las “buenas intenciones”.
Pero eso no se aplica a Claudia Sheinbaum. No tiene la historia épica construida —también plagada de mentiras— por López Obrador. En menos de doce horas, el supuesto triunfo de Claudia Sheinbaum en el debate del 7 de abril se transformó en una estrepitosa derrota en el posdebate. Todas las redes sociales de los principales sitios noticiosos o presentadores de noticias reportaron el triunfo abrumador de Xóchitl Gálvez. Una cosa es mentir y ser López Obrador. Otra cosa es mentir y ser Claudia Sheinbaum, donde el elemento de confianza es inicial o está por construirse. En menos de doce horas la candidata quedó exhibida como una mentirosa contumaz; alguien que podía faltar a la verdad en los temas más dolorosos para los mexicanos, sin sonrojarse, sin mover un músculo de su cara. Vamos, López Obrador no sabe de estadística ni puede despejar una ecuación diferencial. Sheinbaum sí. Y las mentiras más escandalosas estuvieron acompañadas de gráficas que ningún profesional con un mínimo de respeto por sí mismo y por el público se hubiera atrevido a presentar. Hubo dos tipos de trucos: primero, comparar peras con manzanas y, segundo, presentar datos abiertamente falsos.
El mejor ejemplo del primer truco fue la gráfica que comparó la satisfacción de los usuarios con el IMSS-Bienestar, de 57.9%, y otra de satisfacción con el Seguro Popular, de 47.2%, tomadas de la Encuesta Nacional de Calidad e Impactó en el Servicios, ENCIG, del Inegi, de los años 2023 y 2019, respectivamente. Y que Sheinbaum utilizó para intentar demostrar la supuesta superioridad de las políticas de salud del gobierno. Como bien demostró el sitio Animal Político, se trata de ejemplos incomparables, es decir, peras con manzanas. El IMSS-Bienestar tiene 51 años de existencia. Se fundó en 1973 para atender a los grupos más vulnerables, con imposibilidad de contribuir económicamente. Atiende a 11.6 millones de personas y está presente en 19 estados con clínicas y hospitales propios. Así que el 57.9% de usuarios satisfechos con el IMSS Bienestar equivale a 5 millones de personas y no evalúa el tránsito Insabi-IMSS Bienestar, demasiado reciente. El Seguro Popular, fundado en 2003, atendía a 54 millones de usuarios, estuvo presente en las 32 entidades federativas y no contaba con hospitales ni clínicas. Creó un mecanismo financiero que cubría los gastos potencialmente catastróficos de una lista de enfermedades graves que las personas sin seguridad social no podían cubrir y proporcionaba servicios de salud de primero y segundo nivel a través de convenios. El 47.2 de satisfacción con el Seguro Popular en 2019 —año de la encuesta— equivalía a 25 millones. Y más importante, la ENCIG 2019 no distingue entre Seguro Popular y Servicios Estatales de Salud. Un usuario podía referirse al Seguro Popular o al ISSSTE local. ¿Una doctora en energía ignora que no se pueden comparar universos tan diversos? No lo ignora, miente.
El segundo truco se refiere a la escandalosa afirmación de que en la Ciudad de México, bajo su gobierno, hubo cero impunidad en los casos de feminicidios. Por los datos de la Fiscalía de la CDMX entre 2019 y 2023 hubo 303 feminicidios y sólo 133 sentencias, equivalente al 43%. Este ejemplo muestra el elemento de clasismo y deprecio por la gente que está detrás de la utilización de la mentira como centro de la comunicación de la candidata. Miente porque sabe que la mayoría de las personas no tiene acceso a datos confiables. Que aun si los tuviera, la mayoría probablemente no está entrenada para interpretar gráficas o porcentajes. Es un deprecio a las personas que han tenido menos oportunidades de educación y lectura. Es el abuso del que no sabe o sabe poco. Clasismo puro. Mintió también con respecto a la disminución de feminicidios, sobre el ahorro por austeridad y muchos otros. En la práctica se trata de: te engaño porque quiero. Y porque puedo.
¿Por qué conformarse con algo tan mezquino cuando podemos, todos y todas, reivindicar el valor de la verdad, como lo propone Xóchitl Gálvez?
