La escalera

Para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita. La Bamba En su discurso ante un Zócalo pletórico, Lorenzo Córdova expresidente del INE que advirtió: “guarden las palas” ...

           Para subir al cielo se necesita una escalera

                grande y otra chiquita.

           La Bamba

En su discurso ante un Zócalo pletórico, Lorenzo Córdova —expresidente del INE que advirtió: “guarden las palas" cuando se anunció desde Palacio Nacional la muerte prematura del INE en 2022— utilizó la imagen de una escalera para describir el truco de los gobernantes populistas que usan la democracia para destruirla desde dentro y eternizarse en el poder: “Nos pasamos más de 40 años construyendo una escalera, cada vez más sólida, cada vez más robusta, cada vez más firme, para que quien tuviera los votos pudiera acceder al primer piso y hoy desde el poder, quien llegó a ese primer piso por la libre voluntad de la ciudadanía pretende destruir esa escalera para que nadie más pueda transitarla".

No exagera. No es el caso de Cuba, cuya revolución nunca pretendió ser democrática. Pero sí lo es de Venezuela, en donde el chavismo cumplió este 2 de febrero 25 largos años en el poder, habiendo destruido primero a la autoridad electoral independiente y luego la división de poderes y se apoya en una militarización férrea. Hoy, niega legitimidad a la candidatura de Corina Machado, para que no pueda usar la escalera que usó originalmente Hugo Chávez. Es también el caso de Nicaragua, cuyo dictador, Daniel Ortega, suma ya 26 años en el poder. Y para allá se encamina El Salvador, donde, para modificar la Constitución que prohibía la reelección, la Asamblea legislativa controlada por Bukele destituyó a los cinco jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.

Ésa es exactamente la dirección a donde se quiere llevar a México con el paquete legislativo propuesto por el Presidente el 5 de febrero, abrazado mansamente por su candidata. Que nadie se deslumbre con palabras bonitas como pueblo, voluntad popular, etcétera; cuando dice pueblo sólo se refiere a su movimiento; cuando se habla de “voluntad popular” se refiere exclusivamente a la del Presidente. El Presidente niega la bandera a los cientos de miles de manifestantes que proclaman su vocación democrática en el Zócalo de la Ciudad de México. El mensaje es claro: ustedes no caben bajo los colores patrios. Su candidata lo apoya: quienes marchamos no somos democráticos, afirma. Su mentor prefiere a los narcos, a quienes jamás ha insultado y para quienes pide piedad a las autoridades norteamericanas. La plaza percibe la preferencia presidencial al corear una y otra vez —sin que lo sugiera nadie en el templete— el penoso “narcopresidente”.

Pero en estos cuarenta años de albañilería democrática, millones nos acostumbramos a la escalera. Dejamos de usar seudónimos, que antes eran inevitables si se quería evitar visitar el Campo Militar número 1 y desaparecer para siempre. Dejamos de escribir sibilinamente para insinuar —sin atrevernos a decirlo de frente— que el presidente erraba y mucho. Dejamos de considerar a la corrupción como algo inevitable y construimos mecanismos, herramientas e instituciones para intentar desterrarla.

En estos años de transición democrática empezamos a gustar de la incertidumbre democrática: ¿quién demonios ganará las elecciones? Y más aún, nos gustó “hacer camino al andar”. Experimentar con nuevas instituciones, probar esa nueva idea ante la realidad y reformarla. Sobre todo, nos gustó el IFE y luego el INE. Tener por fin una institución electoral confiable. Adiós a los caminos rurales llenos de sacos con boletas electorales quemadas. Adiós a las actas electorales alteradas. Adiós a personal de la Secretaría de Gobernación o del partido hegemónico en las casillas. Y un nuevo sentido de naturalidad: el INE es nuestro, ese peldaño es nuestra creación, tuya y mía, y su credencial me empodera.

A diferencia de las concentraciones anteriores, la del 13 de noviembre de 2022 y la del 26 de febrero de 2023, ahora la prensa internacional cubrió profusamente la inmensa movilización nacional en más de 120 ciudades a favor de la democracia. “México puede dejar de ser una república democrática para emprender el descenso hacia un régimen autoritario”, es el mensaje que repiten los cables internacionales. El movimiento pro democracia ya no es un simple eslogan; existe, llena plazas, tiene iniciativas, cabildea en el Congreso. Reta al gobierno: perdió el miedo y ganó densidad.

¿El mensaje de las plazas de más de 130 ciudades era para el Presidente y su partido? Sí. Pero sin mucha esperanza de ser escuchados. El mensaje principal era para el o la vecina en la plaza, con quien te tropezaste, con quien gritaste a coro “voto libre”. Voltea. Tú eres muchos y muchas. También ellos y ellas se acostumbraron a votar en libertad. Y no dejaremos que esa escalera que construimos, ladrillo a ladrillo, peldaño a peldaño, se destruya. Es nuestra, es de todos y todas. ¡Viva la democracia!

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