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Carta al Congreso de México

Carlos Kenny Espinosa Dondé

Carlos Kenny Espinosa Dondé

Al Congreso de los Estados Unidos Mexicanos: De acuerdo con la Constitución: “El Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”. Esto significa que diputados y senadores unidos tienen el mismo peso que el Presidente y la Suprema Corte. En los fundamentos democráticos, esta separación de poderes evita la acumulación de poder en un sólo individuo o grupo de personas que, independientemente de sus intenciones, no representen la voluntad de la ciudadanía en general.  Es su obligación defender la Carta Magna y, por lo tanto, crear, modificar y derogar leyes en beneficio de todos los mexicanos, además de llamar a servidores públicos a rendir cuentas y, en caso de no cumplir con sus obligaciones o encontrar que han cometido algún delito, removerlos de su puesto y hasta promover juicios a los funcionarios que violen la ley. 

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 Nuestro país está al borde de un punto de quiebre. Es evidente que el Presidente no va a cambiar sus estrategias de economía, de salud, de seguridad nacional, de comunicaciones y transportes, de energía, de relaciones exteriores y demás. Los resultados después de casi cuatro años de esta administración están muy lejos de lo prometido por el entonces candidato. Tenemos la inflación más alta en 22 años —los alimentos han aumentado más del 12%—, más de 55 millones de personas viven en pobreza, la carencia de acceso a la salud es de arriba de 28 por ciento. El manejo de la pandemia fue uno de los tres peores del mundo y han muerto más de 600,000 mexicanos. La sinrazón de las obras faraónicas cuesta muy caro. El país sufre del mayor índice de asesinatos de su historia y los feminicidios están fuera de control. En la última semana, Jalisco, Guanajuato, Baja California y Chihuahua vivieron días de terror bajo las amenazas del crimen organizado junto con las de delincuentes comunes envalentonados por la nula acción de las fuerzas de seguridad en los tres niveles de gobierno. Mientras tanto, el Presidente rompe la palabra del gobierno nacional y nos acerca a terrenos peligrosos en los acuerdos comerciales con nuestros socios de Norteamérica, arriesgándonos a un posible colapso económico; por encima del Congreso y la Constitución anuncia que, por decreto, la Guardia Nacional pasará a formar parte del Ejército del país, confirmando la militarización de la seguridad de la nación. 

La corrupción y la impunidad han aumentado. El primer círculo del Presidente se encuentra bajo sospechas de conflictos de interés y malos manejos; secretarios de Estado y directores de paraestatales con imputaciones similares. En resumen: el Poder Ejecutivo está en entredicho. 

A los 128 senadores y 500 diputados del Congreso: ¿Qué están esperando? 

Ustedes prometieron guardar y hacer guardar la constitución. Representan a más de 130 millones de mexicanos dentro y fuera de nuestro territorio, su lealtad se debe a México, no al partido político al que pertenecen ni a persona alguna. Nos están fallando. Es grave cuando uno de los tres poderes no cumple con sus obligaciones; si fallan los tres, habrá una debacle. 

 Ustedes no están al servicio del Presidente ni de su agenda, están al servicio de la nación. Si ambos intereses no concuerdan, su papel es el de velar por los intereses de los ciudadanos, quienes los eligieron y, en caso de ser necesario, oponerse a las propuestas y políticas del Ejecutivo, crear, corregir y adecuar leyes, complementándose con el Poder Judicial. 

 El nivel del debate en ambas cámaras debe estar a la altura que requiere el país, legislar para mejorar las condiciones de México y los mexicanos, evitando los deplorables episodios basados en insultos, provocaciones, tomas de tribuna y confrontaciones verbales, y hasta físicas. Retomen el respeto y civismo que tanta falta hacen. Sean el ejemplo que necesitamos y no el punto de referencia de lo que está mal en el país. ¿Es muy difícil lograrlo? Me rehúso a creer que no podemos ser mejores. Todos, no sólo ustedes. 

Su Legislatura puede ser histórica. Sean el contrapeso que manda nuestra democracia. Hagan su trabajo, no se pide nada extraordinario. Ni siquiera tienen que traicionar sus principios ideológicos, estoy seguro de que en nuestra diversidad está nuestra fortaleza, basta tener principios bien cimentados, sentido de servicio, valor y amor por México. Tal vez suena idealista y hasta iluso, pero todo cambio, todo camino, comienza con un primer paso. ¡Atrévanse! Los mexicanos y la historia lo reconocerán y recordará. 

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