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La especialidad de la casa

Carlos Carranza

Carlos Carranza

Si algo nos han brindado la actual administración pre­sidencial y el Gobierno de la Ciudad de México es su capacidad de creatividad e imaginación para justifi­car todas y cada una de sus acciones, por inverosímiles que parezcan. Ya nada nos puede sorprender a estas alturas del sexenio, cuando una de las pocas cosas que se deben reco­nocer de manera inobjetable, en el primer mandatario, es precisamente su ingente capacidad para hablar durante ho­ras y sin miramientos, por medio de un discurso ramplón que evita distinguir entre la verdad, las mentiras, las promesas y el humor involuntario. Palabras que conforman un mensaje directo para su grey, para quienes no tienen la mínima in­tención de realizar una crítica o, mucho menos, contradecir a quien se ha consolidado como el mejor ejemplo del presi­dencialismo en las últimas décadas. Nadie osaría contrave­nir las palabras de quien es el único capaz de ofrecer una explicación de lo que sucede en el país sin poner en riesgo su lugar de la nueva burocracia del silencio.

Basta con recordar las respuestas que López Obrador ofreció al ordenarse la libera­ción de Ovidio Guzmán, cuando juzgó que “la delincuencia organizada se portó muy bien” durante las elecciones del año pasado y, aho­ra, al cuestionarse acerca de un video en el que se observa la manera en la que escapan miembros del Ejército que son perseguidos por presuntos miembros del crimen organizado, ¿“civiles armados”? –o no, lo cual es peor– que son capaces de poner en polvorosa a los miembros de las Fuerzas Armadas. Luego de observar esas imágenes, de ninguna manera se puede llegar a conclusiones que nos brinden un poco de tranquilidad.

Sólo la irracionalidad y el culto a la personalidad hacia el actual primer mandatario pueden sostener esas respuestas en un país que, durante décadas, ha clamado por la justicia y seguridad. Es claro que los miembros del Ejército no re­cibirían “abrazos” ni los iban a saludar allá en Nueva Italia, Michoacán: algo sucede en la planeación de esos operativos que han dejado mal parados a quienes forman parte de una institución garante de la seguridad de nuestro país. Si bien nadie pide que exista un enfrentamiento y se pierdan vidas, es cuestión de imaginar algo muy sencillo: si esto ocurre con los miembros de las Fuerzas Armadas, ¿qué sucederá con una sociedad que está a merced del crimen organizado? Pues “los presuntos delincuentes, que son seres humanos” –en palabras del primer mandatario–, no son precisamente quienes velan por los derechos humanos de la sociedad. En efecto, como toda persona, tienen derechos que nadie ha cuestionado. Sin embargo, crear laboratorios para producir drogas sintéticas no es precisamente una pyme que pague impuestos, por cierto.

Usar el parapeto de los derechos humanos para explicar y justificar lo que sucede en ese video, nos coloca en una discusión en la que el actual mandatario se mueve con mu­cha comodidad: en su visión maniquea de la realidad, quie­nes opinan diferente de sus argumentos son sus verdaderos enemigos, no quienes son una amenaza para el país y sus habitantes. Para López Obrador, reducir todo a ese discurso es la mejor estrategia, la que maneja sin titubeos y que le brinda a su grey los elementos necesa­rios para desviar la discusión del punto central. No, no se hablará de lo que sucede con las Fuerzas Armadas, de la velada militarización del país que, ante videos como el referido, se abren todo tipo de paradojas o de sus nuevas tareas como principal socio y contratista del actual gobierno. No, tampoco será tema de de­bate la manera en la que el crimen organizado muestra un poderío cada vez mayor.

¿Cuál es el terreno en el que se puede ahogar de mejor manera ese análisis y crítica? Claro, hablar de aquello que es su mejor cortapisa. Todo puede reducirse a una de las frases que el mismo mandatario pronunció este viernes: “Me llamó mucho la atención que intelectuales o profesionales supues­tamente progresistas ¡me cuestionaran!”. El maniqueísmo y el festival de las falacias, que son la especialidad de la casa, se vuelven a articular para que se mire a otro lado con rapidez. Es más cómodo hablar de la integridad y la importancia de países tan democráticos como Cuba y Nicaragua, que de la inseguridad que se padece en nuestro país, más allá de sus estadísticas que son, simplemente, sus “otros datos”.

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