La visión migrante
Vale la pena hacer hincapié en la necesidad imperiosa de sensibilizar a la sociedad respecto al reconocimiento y protección de los migrantes.
Esta semana, desafortunadamente, fuimos testigos de cómo la negligencia, acompañada de una política interior y exterior deficientes, le costaron la vida a 55 migrantes centroamericanos durante su camino a la frontera norte del país. Penosamente, no se trata de un hecho aislado, sino de una serie de eventos complejos y deficiencias estructurales que han convertido a México ya no sólo como una ruta de tránsito migrante, sino en un lugar de vida difícil. La matanza de San Fernando hace unos años o la de Camargo más reciente en Tamaulipas, así como las vejaciones realizadas por personal del Instituto Nacional de Migración o la Guardia Nacional, tanto en la frontera norte como sur, nos demuestran que la población migrante está lejos de las prioridades de la agenda.
Vale la pena destacar algunos de los factores que hacen de este tema uno de los grandes pendientes, no sólo para las expectativas del gobierno federal mexicano, que se ampararon en un discurso de izquierda liberal de apertura de fronteras y que no supieron ni pudieron sostener ante las oleadas de migrantes centroamericanos, caribeños, incluso africanos que han entrado sistemáticamente a nuestro país a partir del recrudecimiento de las políticas migratorias de los Estados Unidos durante el cuatrienio del expresidente Trump. Además, efecto dominó de una pandemia que independientemente de demostrar la vulnerabilidad del mundo entero sacó a relucir las inmensas brechas que hay entre los países ricos y los subdesarrollados.
Esta situación nos refleja las carencias del sentido humano al no concebir este fenómeno como una crisis migratoria. Desde la reciente restitución del programa Quédate en México, en el que los solicitantes de asilo en los Estados Unidos permanecen de este lado de la frontera mientras se analiza su caso, México cedió parte de esa “autodeterminación” que tanto clama defender con la Cuarta Transformación. Lo anterior ocurre mientras las facciones demócratas y republicanas de su Congreso no llegan al tan deseado (y necesario) consenso sobre una reforma migratoria de fondo, que le dé certeza a millones de migrantes indocumentados y sus familias al norte del río Bravo.
Más allá de buscar soluciones sistémicas como pretende ser la intención del presidente Andrés Manuel López Obrador, lo interesante del asunto es encontrar una solución a los problemas inmediatos que representa el flujo masivo de migrantes, tanto para los países expulsores como receptores. Si bien existen proyectos como el de iniciar los procesos de asilo desde el país de origen, la realidad es que encontrar alternativas que no deriven en conflictos internos o regionales parece una opción poco alcanzable, ya que representaría la necesidad de generar consensos en los escalafones sociales en beneficio de gente fuera de nuestra esfera idiosincrática.
Ajenos de los vaivenes políticos están quienes día con día cumplen una tarea desinteresada desde la sociedad civil de asistir a poblaciones vulnerables incluidas las migrantes. Con ello, vale la pena hacer hincapié en la necesidad imperiosa de sensibilizar a la sociedad respecto al reconocimiento y protección de la población migrante. Como mexicanos tenemos una compleja tradición de expulsión de connacionales que convenientemente olvidamos cuando se trata de familias traspasando nuestras fronteras. En ese sentido, atravesamos un momento que necesariamente debe ser aleccionador respecto a la forma en que desciframos problemáticas relacionadas con la defensa de los derechos humanos, indistintamente de la nacionalidad, el origen o el destino.
*Analista
