La retórica educativa
• Estas cifras nos hablan de lo urgente de la educación actual en México. Ya habrá oportunidad de debatir sobre su retraso
Hace unos días, funcionarios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) publicaron en Palacio Nacional una serie de lineamientos sobre un nuevo modelo de educación básica en México. Marx Arriaga, director de materiales educativos de dicha secretaría, dijo que es necesaria la reingeniería de los contenidos y planes de estudio de manera urgente. De acuerdo con Arriaga, quien en su momento dijera que “leer por goce es un acto individualista”, podría señalar centenares de problemas sociales que el modelo neoliberal, meritocrático, conductista, punitivo, patriarcal, racista, competencial, eurocéntrico, colonial, inhumano y clasista ha generado”, asegurando que “la educación se convirtió en una moneda de cambio”.
Este cataclismo retórico que plantea el funcionario de la SEP no se compara con el desastre real que vive en la actualidad el sistema educativo en México. Se trata de uno de los grandes pendientes transexenales que han venido a agravarse por la pandemia de covid-19, de la que apenas comenzamos a vislumbrar una salida después de la reinterpretación estructural que significó a nivel nacional y mundial.
De acuerdo con cifras de la SEP, al menos 270 mil jóvenes de educación básica desertaron de sus estudios como resultado de la pandemia, sin embargo, organizaciones como el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), con datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dicen que esta cifra rebasa los 628 mil alumnos entre los 6 y 17 años.
Esta crisis tal cual se verá reflejada durante los próximos años a causa de sus consecuencias económicas y el impacto en la capacidad de ingreso y de generación de riqueza, incidiendo directamente en el PIB (Producto Interno Bruto) y, con ello, la informalidad laboral, violencia y pobreza nacionales.
Estamos ante un gobierno improvisado que demuestra más interés en señalar las diferencias ideológicas “neoliberales” y “conservadoras” que en resolver problemas fundamentales como las más de 41 mil escuelas primarias, secundarias y de bachillerato que no cuentan con acceso a agua potable ni infraestructura suficiente para garantizar espacios salubres donde un estudiante pueda desarrollarse.
Estas cifras nos hablan de lo verdaderamente urgente de la educación actual en México. Ya habrá oportunidad de debatir sobre el retraso histórico, estructural que el modelo neoliberal ha traído, o las “competencias” o compartencias que enarbola el discurso de Arriaga Navarro, pero este no es el momento.
El derecho a la educación, tal como se plasma en la Constitución, no incluye dogmas políticos o prejuicios sociales. Aunque no se quiera reconocer, este modelo que presume al “colectivo” como su eje rector, está sustentado en una retórica segregacionista que no acepta preceptos esenciales para el libre acceso y desarrollo educativo, tal cual lo fundamenta nuestra Carta Magna. Esa educación enfocada en el progreso científico, en la lucha contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios, ciertamente no se ve reflejada en la retórica polarizante con la que quieren fundamentar esta “estrategia”.
Es muy preocupante que este proyecto como se presenta, vulnera el derecho mismo a la educación.
Intenta sustituir la formación educativa con el adoctrinamiento ideológico, encausado por la vía burocrática como política pública, sin el rigor o presencia de contra pesos visibles ni mucho menos eficaces.
